El cine, la historia y la memoria. De “La historia oficial” a “Argentina 1985”

La historia reciente de América Latina ocupa cada vez más páginas de la historiografía hecha tanto desde dentro como fuera de la región. Uno de los temas más socorridos para este periodo es el de los conflictos y las violencias políticas ocurridas durante la segunda mitad del siglo XX y las primeras décadas del siglo XXI. Los enfoques desde los cuales se ha venido estudiando este fenómeno son diversos, y dentro de ellos se encuentra el de la memoria, categoría que se puede considerar tanto un concepto como un campo interdisciplinario de estudios, el cual centra su atención en la forma en la que los grupos sociales entienden y se sitúan frente al pasado. 

Hace ya un buen tiempo que se dejó de hablar de “el boom” de la memoria en nuestra región, para pasar a considerarla un campo cada vez más consolidado, en particular en relación con los pasados violentos y traumáticos. Sin embargo, los estudios sobre la memoria no se limitan a esto último, sino que son un enfoque que viene a enriquecer nuestra comprensión del pasado reciente, independientemente de la línea historiográfica desde la cual trabajemos. De este modo, los estudios de la memoria han venido a estimular los debates sobre la escritura, la comunicación, y los usos públicos del pasado, pero parafraseando a Elizabeth Jelin,[I] ¿de qué hablamos cuando hablamos de memoria?

El sociólogo francés Maurice Halbwachs fue quien utilizó por primera vez el término dentro de las ciencias sociales, al preguntarse por la forma en que los seres humanos recordamos, individual y socialmente. Para Halbwachs existen dos tipos de memorias, una relacionada estrechamente con nuestra vida y otra más amplia y general que podríamos identificar con lo social.[2] La primera se apoyaría en la segunda; un ejemplo sobre cómo los recuerdos más cercanos a nuestro cuño forman parte de una memoria amplia, es que muchas veces solemos clasificar nuestras propias vidas, enmarcadas en los periodos y acontecimientos de la historia y la memoria nacionales, mundiales o regionales. Así, es muy posible que para las personas de cierta edad, que viven en los territorios de la antigua Unión Soviética, la llamada Perestroika constituya un parteaguas que sirva de referente para los recuerdos de su propia vida. A medida que vamos envejeciendo y atravesando más y más momentos y etapas históricas, se vuelve común que utilicemos referentes de tiempos y contextos amplios para hacernos un mapa de nuestro pasado: “Eso fue antes de la crisis del 94’”; “Lo recuerdo porque recién había pasado el temblor del 2017”; “Tuvo que ser como por el 2015 porque aún no se hablaba del movimiento Mee Too”, etcétera.

Esa operación en la cual enmarcamos nuestros recuerdos en memorias más amplias, es lo que podríamos denominar como “memoria colectiva” o “memoria social”. No se trata de que todos y todas recordemos lo mismo al mismo tiempo, sino de que, al recordar, tenemos marcos de referencia que son colectivos, y que se nutren de diferentes lecturas del pasado: la historia familiar, la historia que aprendemos en la escuela, la historia escrita por las y los historiadores de manera profesional, la literatura, los medios de comunicación, el cine y los productos audiovisuales de nuestros tiempos, por poner algunos ejemplos.

Para Enzo Traverso, la historia y la memoria son dos elaboraciones del pasado, la primera obedece a las reglas de un oficio, mientras que la segunda es algo así como “la madre del pasado”, que al mismo tiempo se convierte en una de las fuentes de la historia profesional. Así, “la historia nace de la memoria, que es una de sus dimensiones; después, adoptando una postura autorreflexiva, transforma la memoria en uno de sus objetos”.[3]

Pero la memoria no sólo se compone de recuerdos compartidos, también se edifica a partir de olvidos. Marc Augé afirma que “la memoria y el olvido guardan en cierto modo la misma relación que la vida y la muerte”.[4] Un ejemplo de cómo todo recuerdo es selección, es el del perdón en el ámbito personal. Recuerdo que durante mi adolescencia decíamos de manera desafiante: “Yo perdono pero no olvido”, aludiendo a peleas de pareja o entre vínculos de amistad. A partir de los postulados de Marc Augé, considero que el perdón es efectivamente una forma de olvido. Es indudable que cuando perdonamos algo que nos dolía o nos mortificaba, lentamente dejamos de pensar en eso y vamos olvidando detalles, llegando a un relato breve y simple sobre cosas o personas que tuvieron muchos más matices en su momento.

A partir de lo anteriormente expuesto podemos afirmar que la memoria, como concepto, representa el proceso en el cual los seres humanos nos formamos una idea del pasado, a partir de nuestras propias experiencias, de los marcos sociales en los cuales estamos inmersos, y de las aproximaciones al pasado realizadas desde diferentes disciplinas y productos culturales. Esa idea del pasado, sin embargo, se encuentra construida también a partir de múltiples olvidos, los cuales están relacionados con nuestras preocupaciones en el presente y con la idea que tenemos sobre el futuro, pues, “cada presente echa nueva luz y nuevos puntos de mira para encarar el pasado”.[5]

Los estudios sobre la memoria se preocupan por develar esas representaciones del pasado, esos marcos y referentes que hacen que las sociedades tengamos ideas compartidas sobre el devenir de los tiempos.

¿Qué relación tiene entonces el cine con todo esto? El cine es uno de los principales productos culturales que conforman nuestros marcos de referencia sobre el pasado, el mejor ejemplo de ello puede ser el de las representaciones cinematográficas en torno a la II Guerra Mundial, las cuales, por generaciones, nos han proveído de imágenes, símbolos, sonidos y colores con los cuales asociar un momento histórico que consideramos una parte intrínseca de nuestro pasado.

En América Latina, con una industria cinematográfica mucho más chica y con menor presupuesto que el de Estados Unidos y Europa, destacan algunas producciones que han retratado épocas y momentos que han sido parteaguas en la región, y que se han convertido ya en clásicos: Rojo Amanecer (México, 1989), Machuca (Chile, 2004), Los colores de la montaña (Colombia, 2011), y desde luego, las dos películas que nos ocupan en esta entrada: La historia oficial (1985) y Argentina 1985 (2022), ambas producciones argentinas.

Aunque realizadas con 27 años de diferencia, ambas tratan sobre la dictadura cívico-militar vivida en aquel país entre 1976 y 1983. Lo primero que llama la atención de La historia oficial es el hecho de que haya sido estrenada tan sólo dos años después del fin de la dictadura – de hecho su filmación empezó en 1983 -, y que ya desde ese momento retrate uno de los crímenes más condenables cometidos durante dicho periodo: el secuestro y apropiación de hijas e hijos de personas desaparecidas. La protagonista de esta historia, escrita y dirigida por Luis Puenzo, es Alicia Marnet de Ibañez (Norma Aleandro). Alicia es una maestra de historia de nivel secundario, que vive una vida cómoda con su esposo Roberto (Héctor Alterio) y su hija Gaby. Aparentemente todo marcha bien en su familia y su entorno, Alicia parece no entender o, más bien, no querer entender lo que pasa en el país, en su ciudad, en el trabajo de su esposo y en su propia casa. Sin embargo, a medida que transcurre la película, la protagonista va atando los cabos sueltos y dimensionando poco a poco que la situación política de su país atraviesa por completo su propia historia personal.

Los estudiantes del colegio donde Alicia trabaja, su compañero politizado, su mejor amiga exiliada, pero sobre todo, un colectivo que marcaría la historia de la lucha por los derechos humanos y la memoria en Argentina hasta la fecha: las Madres de Plaza de Mayo, son los personajes que representan la inconformidad, el miedo, la denuncia y la necesidad de enunciar los crímenes que se cometen en el país. Sin embargo, nadie parece poder nombrar con claridad lo que está pasando, esto se puede explicar precisamente por el año en el cual fue producida la película, en medio de un país en transición a la democracia en el que aún no se conseguía señalar del todo a los culpables, a los cómplices, a las víctimas y a los mecanismos mediante los cuales fue posible que ocurrieran tales atrocidades. La película da cuenta del inicio de las luchas por la memoria, el punto álgido en el que la sociedad civil empezó un camino para nombrar, recordar y buscar justicia y verdad. No hay que perder de vista que la lucha por la identidad y la búsqueda de aquellos menores apropiados, continúa hasta la fecha.

Por su parte, Argentina 1985, dirigida por Santiago Mitre y protagonizada por Ricardo Darín y Peter Lanzani, da cuenta del proceso mediante el cual se llevó a cabo el denominado Juicio de las Juntas, en cabeza del fiscal Julio Strassera. Es una película eminentemente judicial, con muy breves espacios para la vida personal y cotidiana de los personajes. Sin embargo, permite evidenciar un momento posterior al retratado por La historia oficial, cuando ya había finalizado la dictadura y se estaba enjuiciando a la cúpula militar. Bien sea por este motivo, o por el hecho de que se trata de un producto escrito desde el presente y no al calor de los acontecimientos, en esta historia las cosas se relatan casi por completo por su nombre: personajes, lugares y delitos son presentados con el conocimiento que da la perspectiva del tiempo. Hoy conocemos el curso que han tomado los acontecimientos, y la importancia que se da al reconocimiento del pasado en Argentina, por lo tanto, Argentina 1985 encarna lo que se suele denominar una “película necesaria”, un reconocimiento a las luchas sociales y a las víctimas, quienes tienen la voz cantante en la narración.

La película reproduce de manera literal algunos de los testimonios de víctimas de secuestro y tortura, así como los alegatos por parte de Strassera y su equipo, con lo cual podemos acceder a los hechos narrados por sus protagonistas. Todo esto está construido desde la mirada del presente, sus personajes son lo que fueron en su momento, pero también lo que de ellos han construido la historia y la memoria en los años transcurridos.

Estos dos ejemplos son útiles para comprender cómo opera la construcción colectiva de la memoria. A partir de los contextos y marcos sociales, la figuración de un hecho histórico o de una época, cambia con el transcurso del tiempo. A medida que pasan los años, la idea que tenemos del pasado se simplifica o se complejiza, según la importancia que siga teniendo en nuestro presente. Elegimos las piezas del pasado que le dan sentido a nuestro presente, y a las expectativas que tenemos del futuro. Esto no significa que mintamos, sino que, como ya se señaló, la memoria siempre es selección. Al respecto también es importante tener en cuenta que en todo este proceso individual y colectivo de recordar, existen memorias hegemónicas y otras que podríamos denominar subalternas. Este hecho lo ejemplifica la investigación de la autora Ludmila da Silva Catela sobre la represión política en el Noroeste argentino,[6] en la cual evidencia que la memoria de escala nacional, que representa los hechos relacionados con la dictadura (1976-1983), con sus propias categorías y terminologías, de alguna manera se ha sobrepuesto a las memorias locales, que no cazan por completo ni con la periodización ni con las categorías de escala nacional. El cine, pues, es uno de los marcos colectivos a través de los cuales conformamos nuestras memorias, pero también es un reflejo de cómo ocurre ese proceso en diferentes escalas. Desde luego, el cine también representa una magnífica fuente para el estudio de la memoria y de la representación popular del pasado, así como una plataforma de discusión, que es capaz de llegar a millones de personas alrededor del mundo. 

Pilar Adriana Rey Hernández

Instituto de Investigaciones Históricas-UABC

Referencias

[I] Elizabeth Jelin, Los trabajos de la memoria (Madrid: Siglo Veintiuno, 2001).

[2] Maurice Halbwachs, La memoria colectiva (Zaragoza: Prensas Universitarias de Zaragoza, 2004), 55.

[3] Enzo Traverso, El pasado. Instrucciones de uso. Historia, memoria y política (Barcelona: Marcial Pons, 2007), 21.

[4] Marc Augé, Las formas del olvido (Barcelona: Gedisa, 1998), 19.

[5] Elizabeth Jelin y Ricard Vinyes, Cómo será el pasado: una conversación sobre el giro memorial (Madrid: NED Ediciones, 2021), 19.

[6] Ludmila da Silva Catela, “De memorias largas y cortas: poder local y memoria en el Noroeste argentino”, Interceçoes 19 (2017).

El escudo loretano de un monumento tijuanense

A menudo la discusión ideológica del monumento a los defensores de la Baja California de Tijuana, en uno de los camellones centrales del bulevar Agua Caliente a la altura de la colonia Aviación, se ha concentrado en los acontecimientos de 1911 que justificaron la existencia del monumento. Tal vez no exista dentro del panorama histórico una discusión más estéril debido a la polarización que supone definir a rebeldes y defensores, californios y extranjeros, indios nativos e internacionalistas, fuerzas federales o futuros maderistas, etcétera. Antes que discutir el carácter revolucionario de las facciones en pugna, vamos a reflexionar sobre un aspecto accesorio del conjunto monumental sobre el cual, al parecer, se ha reparado pocas veces desde su inauguración el 18 de junio de 1952. La composición del monumento es bastante simple: un pedestal de concreto sobre el camellón da pie a una columna compuesta por tres vigas verticales y ocho horizontales que en su conjunto conforman un rectángulo color blanco que, dependiendo de la orientación norte o sur de la observación, mostrará una serie de textos y símbolos.

Aunque varios tiempos e intenciones han definido su monumentalidad, queda claro que el anclaje original de éste remite, en la parte superior de la columna, al año de 1911 y al retomar la política de condecoración que 20 años después emprendió el gobernador Carlos Trejo Lerdo de Tejada a los sobrevivientes capaces de probar, mediante simple testimonio escrito, las labores de defensa durante la toma del Distrito Norte de la Baja California por las fuerzas rebeldes. En la actualidad y desde 2011, el monumento ha sido objeto de intervención, y ésta no siempre acompañada de un cuestionamiento público acerca de los acontecimientos mal llamados “magonistas”. De ahí que a los costados y sobre el pedestal que sostiene la columna, puede leerse “Tijuana ciudad heroica” y “Loor a los Héroes de 1911”. Estos mensajes resultan consistentes pues a cuatro años de inaugurarse de un modo desapercibido [1], el monumento se convirtió en una estela de significado regional y anti-filibustero pues en lo sucesivo todo arreglo floral no honrraría una tumba vacía. Sucede que para junio de 1956 fueron depositados los restos de Miguel Guerrero uno de los subtenientes que resistieron los ataques de los invasores. Descubiertos sus restos en San Juan de los Lagos, Jalisco, Guerrero fue objeto de rememoración local desde 1924 cuando se nombró en su honor al primer parque público de Tijuana [2]. 

Ilustración 1. Monumento a los defensores de Tijuana. Fuente: Google Maps (2023).

Al centro de la estela y siendo perceptible para los conductores que van e iban de la zona centro a los suburbios abiertos en la década de 1960 (o viceversa), el símbolo patrio del águila devorando la serpiente ocupa la mayor parte de la columna monumental. Sin embargo, el objeto de nuestra reflexión consiste en el escudo de Baja California que pende de la superficie posterior, misma que es visible solamente en dirección de sur a norte. A diferencia del discurso explícito del monumento, las referencias y símbolos atribuibles a dicho escudo escapan al contexto de la revolución mexicana y, cosa curiosa, remiten a la construcción de otro mito: el de la Reina Calafia del cual deriva la toponimia California, o de manera más precisa, lo que a partir de la década de 1970 intelectuales locales como Rubén Vizcaino o Celso Aguirre Bernal optaron por llamar Californidad. Al ser de sobra conocido que el Club de Leones financiaron la construcción del monumento con base en la orientación histórica y política de la profesora y precursora del saber histórico Josefina Rendón Parra, no tenemos la menor duda que se optó por usar dicha heráldica y no otra pues se buscaba marcar una distancia con respecto a los Estados Unidos y, en su afirmación del nacionalismo mexicano, fortalecer la identidad regional.

Algunos de los muchos sitios web que intentan describir y explicar la existencia del monumento a los defensores de la Baja California ignoran el hecho de que el uso del escudo de la antigua California era problemático desde diferentes puntos de vista. Contrario a lo que afirman cronistas, curiosos y columnistas, el escudo no perteneció directamente a la entidad que ahora conocemos como Baja California Sur. La cuestión es problemática pues al poco tiempo de inaugurado el monumento, el primer gobernador electo de nuestra entidad, Braulio Maldonado Sández, quien jamás despertó las simpatías de la profesora Rendón Parra, organizaría una serie de concursos para elegir emblemas, cantos y toda la simbología gubernamental. Ahora bien, ¿qué escudo se incluyó en el monumento a los defensores? Sobre la base del blasón cuatro peces adornaban los cuatro puntos cardinales que enmarcaban una vieira, mejor conocida como concha marina, misma que solamente existe en aguas del Oceáno Atlántico y que simbolizaba todo aquello que las autoridades novohispanas deseaban [3]. Durante el gobierno de Alfonso García González se publicaron algunos folletos que utilizaban dicho emblema como parte de la política turística oficial del gobierno del Territorio Norte. Por ello, Rendón Parra pudo haber sugerido utilizar dicho escudo para simbolizar a Baja California, pues, en principio, el gobierno (entonces interino) de García González no habría contravenido dicha decisión icónica.  

Ilustración 2. Escudo de armas de Baja California Sur. Fuente: Wikimedia Commons (2023).

Por suerte, la información disponible en el Archivo Histórico del Estado de Baja California permite más o menos entender lo ocurrido. Las cartas que despachó el entonces secretario de Gobierno del Territorio Sur de la Baja California (recordemos que Baja California Sur existe como Estado número 30 desde 1976), Anacleto Arrocha Marín, al gobierno de García González muestran los recelos que sintió el gobernador Agustín Olachea de que sus vecinos del norte –que él mismo gobernó entre 1931 y 1935- usaran los mismos símbolos que en Sudcalifornia. “El escudo de la Baja California”, escribió Arrocha Marín al gobierno de García González, “[en verdad se trata] de cuándo la capital de la península era el puerto de Loreto” [4]. La querella entre ambos gobiernos duró entre mayo y junio de 1949, pero quedó resuelta al acudir al director del Museo Nacional de Historia, a la sazón el reconocido historiador yucateco Silvio Zavala cuya respuesta, sintetizada por el gobierno del Territorio Sur, mencionaba que “el escudo de Baja California es uno de tantos engendros que la ignorancia de los decoradores de la Secretaria de Educación Pública realizó, y que conforme al decreto del mes de marzo de 1825, establece claramente que las ciudades y villas que no tengan escudo de armas podrán proponerlo al Congreso General, siempre y cuando blasonen laudable origen” [5].

Loreto fue, indiscutiblemente, en el imaginario histórico y religioso de la profesora Rendón Parra, “Capital de las Californias”, por lo que optar, consciente o no, por el escudo de armas loretano transmitiría un mensaje para propios y extraños. Se trataba de defender la idea de que la California era mexicana, por aquello del vínculo natural (y no exento de cierta violencia) entre México y Nueva España. Sin embargo, la propia heráldica de la California estadunidense ni siquiera optó por conservar el mito de Calafia al escoger a Atenea y al oso grizzly como emblema, acompañados de la palabra griega Eureka. Al igual que en el caso californiano, en el sentido de que una situación política y económica logró inmortalizarse en su escudo, la bonanza agrícola e industrial de Baja California junto a un pasado misional encabezado por la figura antropomorfa de un hombre y mujer de fuerte brazo en cuyas manos sostienen la energía solar logró colarse en el escudo que legó Maldonado Sández a gobiernos sucesivos. Cabe agregar que en torno al himno estatal, escrito por el poeta y periodista Rafael Trujillo, concursante desde Los Ángeles, California, se capturó la esencia del nuevo Estado: “Baja California, brazo poderoso”, reza la primera estrofa. Pero, ¿a qué se refirió? Nuestra interpretación es que refería al Programa Bracero, proyecto de regulación temporal del trabajo agrícola mexicano en la Unión Americana, cuya movilidad demográfica impactó hondamente a ciudades como Mexicali y, en menor medida, a Tijuana. La definición de la imagen resultante, entre el “brazo poderoso” y el bracero que no pudo trabajar en Estados Unidos y terminó quedándose en México, muestra demasiadas coincidencias fonéticas que Maldonado Sández bien pudo haber identificado [6], de tal suerte que fue responsable de crear un mito que sustituiría al original: se trata de la idea de que en esta península se recibe a todo mundo con brazos abiertos.

Ilustración 3. Escudo de Armas del Gobierno del Estado de Baja California (1953). Fuente: Archivo Histórico de Baja California.

El actual escudo de Baja California Sur tampoco es una calca del escudo expuesto en el monumento a los defensores. Hay variaciones en cuanto a los colores, por no hablar que la posición de la vieira es opuesta a la de nosotros acá en Tijuana: mientras el sello de gobierno en La Paz muestra la concha con la base hacia arriba (como corona), el escudo de la estela tijuanense es al revés. De cualquier manera, el mito asociado originalmente a California de perlas y piedras preciosas se ancló desde muy temprano a lo que ahora conocemos como Baja California Sur. Con trayectorias empresariales como las de Manuel del Ocio o Gastón J. Vivés, o el mérito de contar con una política cultural de fuerte arraigo y rechazo a influjos exógenos, sin duda, las y los sudcalifornianos merecieron quedarse con dicho símbolo. No obstante, el escudo loretano del monumento tijuanense no deja de ser una referencia melancólica a un pasado que no tuvo oportunidad de concretarse y que pareciera únicamente asequible a través de los textos de Maria Luisa Mello de Remes, Sor Abeja o la propia Rendón Parra. El problema es que la mayoría de historiadores no suelen identificarse con símbolos distintos a los revolucionarios o izquierdistas, y por eso no existe una reivindicación académica de las figuras que disintieron, con independencia y amor a la patria, del nacionalismo revolucionario. Por eso, celebramos que el monumento se conservara integro, como un recordatorio de la pluralidad que supone ser bajacaliforniano.

Víctor Manuel Gruel Sández

Instituto de Investigaciones Históricas de la UABC

Referencias

[1] Existe un vacío hemerográfico al respecto. Las colecciones de El Heraldo de Baja California disponibles en Tijuana se encuentran incompletas. Consultamos Daily News de Los Ángeles, California, “U.S. Vets parade in Tijuana with Mexican troops”, 19 de junio de 1952, p. 18.

[2] Junto a Guerrero, descansan los restos de José María Larroque, Pastor Ramos y otros sietes defensores. Véase Gabriel Rivera, “El monumento a los defensores de Baja California”, Identidad suplemento de El Mexicano, 23 de junio de 2020; Josefina Rendón Parra, Apuntes históricos de Tijuana. Tijuana: Ediciones ILCSA, 2018, pp. 213-216; y, también, Julio Rodríguez Barajas, La ruta de los monumentos histórico de Tijuana. Tijuana: Ediciones Ateneo Ignacio M. Altamirano, 1998, pp. 34-39.

[3] Leonardo Reyes Silva, La Paz y sus historias. La Paz: XI Ayuntamiento de La Paz, 2003, pp. 40-43.

[4] Archivo Histórico del Estado de Baja California (AHEBC), fondo Gobierno del Estado, caja 84, expediente 1, carta de Anacleto Arrocha Marín al gobierno del Territorio Norte de la Baja California, 3 de mayo de 1949.

[5] AHEBC, fondo Gobierno del Estado, c. 84, exp. 1, carta de Anacleto Arrocha Marín al gobierno del Territorio Norte de la Baja California, 20 de junio de 1949.

[6] En fechas recientes, el Mtro. Gabriel Rivera Delgado encontró, como parte de sus labores dirigiendo el AHEBC, un mapa fechado en 1954 de la administración de Braulio Maldonado Sández que partiendo del escudo loretano sustituyó la vieira por paisaje agrícola, el Monumento 258 (de lo que ahora es Playas de Tijuana) y la frase “Trabajo Vencerá Desierto”. 

La historia a través de un cardón  

Alejándose de los extensos viñedos de la casa vitivinícola más grande del estado de Baja California, por un camino sinuoso entre piedras y tierra, se puede llegar al rancho de la familia García. Su propietario, don Federico, originario de La Purísima en Baja California Sur, pero radicado en Selene Valle de Guadalupe desde la década de los cuarenta, da la bienvenida para adentrarse por su terreno, después de haber pagado la debida cuota, incluyendo lo estipulado por los perros acompañantes. El recorrido va bordeando el arroyo Guadalupe hasta una inmensa pared que, en algunos días lluviosos del invierno, ofrece una de las cascadas más bellas de la región. Hasta ahí llegan la mayoría de los turistas, senderistas y deportistas extremos que encuentran un paraíso para la práctica del rapel.

Unos kilómetros más adelante, las aguas termales son un aliciente para un grupo más reducido de visitantes en un ambiente relajado y un silencio solo interrumpido por el canto de los pájaros. Pero, para quienes se adentran un poco más, se puede llegar a los restos de una antigua construcción de adobe, ya sin techo, conocida comúnmente como “las paredes”. Junto a esta construcción, contrastando el paisaje del entorno, se yergue un cardón gigante. Solitario, resguarda las ruinas de una antigua posta que debió ser construida a finales del siglo XIX. Ese ermitaño cardón (Pachycereus pringlei) brinda sombra a quienes, asoleados, contemplan las paredes corroídas de la vieja construcción.

Al resguardo de su confortable sombra, se puede intuir la vida solitaria del gigante bajacaliforniano, endémico del bioma del desierto sonorense. ¿De dónde habría sido extraído? Es evidente que fue plantado en el lugar por humanos en algún momento. Queda claro que debió ser traído muy pequeño. Por la altura que ahora tiene y su tasa de crecimiento (0.098 metros por año, según el estudio de Mariana Delgado, 2007), se puede remontar a principios del siglo XX. La zona de cardones más cercana es el llamado Valle de los Gigantes, al sur de San Felipe, distante más de 300 kilómetros del Valle de Guadalupe, cerca de cuatro horas por carretera en un automóvil moderno. Su traslado a finales del siglo XIX o comienzos del XX por caminos ásperos en carretas tiradas por mulas significaría un periplo de varios días con seguridad.

Fuera originario del Valle de los Gigantes o de un lugar todavía más remoto en la península, ese cardón debió ser extraído de un ambiente propicio para su nacimiento y crecimiento. Con su extirpación, todo el ensamblaje de su paisaje original fue alterado. Estudios recientes demuestran que los cardones favorecen la entrada de agua en el subsuelo, aumentan el contenido orgánico y evitan la erosión de la tierra. Además, brindan refugio a la fauna y, en la temporada de floración, estas sirven de alimento a varios animales del desierto (Delgado Fernández, Escobar Flores y Franklin, 2017). En sus ramificaciones he visto anidar diversas aves y contemplar buitres extender sus alas al sol para secarlas del rocío matutino, en un espectáculo singular.

Imagen 1: Buitres en cardones. Gabriel Fierro, 2010.

Estos cardones fueron los que impresionaron a los primeros europeos que se asentaron en tierras peninsulares. Miguel del Barco, uno de los jesuitas cronistas del siglo XVIII, se maravilló de este “árbol de naturaleza irregular” y le dedicó cuatro páginas completas en su texto. La permanente humedad del cardón a pesar de la falta de lluvia fue lo que más sorprendió al misionero, mostrándose escéptico: “Es, pues, de admirar que una armazón tan débil y tan de poca solidez, puede mantener una vida tan alta y de tanto peso, por estar llena de carnaza y humedad” (Del Barco, 1988).

Pues bien, de ese ambiente de adaptación e interacción con el entorno fue sustraído el cardón para ser llevado a un bioma muy distinto, cerca del cauce de un arroyo de agua moderada, pero constante, en una tierra distinta y un clima mediterráneo. El cardón solitario no es un migrante, sino un refugiado que fue arrancado con violencia de su ambiente endémico para ser trasplantado en otra región totalmente nueva. Sin saberlo, su condición de orfandad sería un presagio de toda una generación de cardones jóvenes que también serían trasplantados del Valle de los Gigantes para “adornar” caminos privados de residencias y complejos turísticos en el estado, con la anuencia, complicidad o desinterés de las autoridades correspondientes. Además, otros agentes naturales están causando estragos en la población general de cardones de la península, disminuyendo su númuero de manera exponencial. Y, sin embargo, el cardón se adaptó -no por iniciativa sino por imposición- a su nueva vida. Aprendió a interactuar con los hongos y otros microrganismos del suelo. Supo relacionarse con otras aves y roedores. Fue capaz de transmitir humedad a la tierra para otras formas de vida.

Aparentemente inconmovible, fue testigo de las primeras diligencias de mercancías, personas y correspondencia que, durante el apogeo minero de Real del Castillo (1870-1882), circulaban desde San Diego al pueblo minero y viceversa (Leyva Aguilera y Espejel Carbajal, 2013). En esa ruta migrante y comercial, Guadalupe era una de las postas que servían para el descanso de humanos y animales, además de aprovisionarse de comida y agua. La construcción de la posta de adobe debió ser ordenada y pagada por el estadounidense William Sargent, propietario del servicio de diligencias de esta ruta (Piñera Ramírez, 2006). Los vestigios de un horno de adobe en el lugar son prueba del bullicio que, en ciertos días, perturbaba la tranquilidad cotidiana del cardón.

Imagen 2: Ruinas de la posta. Gabriel Fierro, 2021.

Ante el declive del mineral en Real del Castillo, la ruta de las diligencias también cayó en desuso. Pero el lugar se tornó atractivo para la habitación de una familia que tenía lo necesario y más importante para subsistir: agua. La Sierra de Juárez capta agua de las lluvias y de la humedad emanada del mar, que baja a través del arroyo El Barbón para después integrarse con el arroyo Guadalupe. Características geológicas permiten que, muy cerca de ahí, aguas termales mineralizadas emerjan en ciertos puntos del arroyo. Esas aguas termales atrajeron a rusos molokanes residentes del Valle de Guadalupe desde 1905 y que habían migrado huyendo de la persecución religiosa de su país. Disidentes de la iglesia oficial rusa-ortodoxa, buscaron en este continente una oportunidad para vivir conforme a sus creencias. Para los provenientes de Siberia, el cardón sería un árbol extraño que no verían en ninguna otra parte del planeta.

Antes que los rusos, los indígenas kumiai habrían visto con asombro aquel árbol de un “verde perfecto” -así lo describió Miguel del Barco en su crónica de historia natural- que poblaba el territorio de los indígenas cochimíes, pero no de los kumiai. Ellos, los indígenas de San Antonio Nécua, estaban habituados a ver encinos, álamos y mezquites, pero no cardones. ¿Cómo habrían llamado a ese cactus gigante en su idioma? ¿Qué pensarían de él? Es posible que nunca sabremos las respuestas a esas interrogantes. Después de funcionar como posta de diligencias, el lugar fue habitado por una familia y después convertido en rancho, adquirido por don Federico García en 1963 (Lazcano, 2012). Cercos de ramas, y posteriormente de alambre de púas, limitaron el tránsito libre de los grupos originarios que por siglos habían tenido. El cardón quedó más aislado del mundo de los humanos que antes.

Pero esa soledad pronto quedaría interrumpida por una nueva afluencia de personas. Un nuevo visitante se hacía presente de manera cada vez más recurrente: el turista. La detonación de casas vinícolas atrajo a un número creciente de personas y animales acompañantes a la región. “Hikers” del estado, de California y de otros países, hastiados por el turismo de masas en las grandes urbes, buscaron lugares con encanto natural sin el estruendo de las filas inmensas y las poses instagrameras. La inmensa pared de la cascada de Guadalupe, la belleza propia del cañón, la pasividad de sus aguas termales y la nostalgia de las ruinas de adobe del tiempo remoto atrajeron senderistas al lugar. El cardón fue dañado, lastimado. Sus cicatrices son marcas de ello, como su pariente lejano de Cataviña, martirizado -expresión prestada de Carlos Lazcano- con incrustaciones de llaves y otras herramientas.

Distintas publicaciones han romantizado el cardón solitario de la posta del Valle de Guadalupe. “El primer cardón del estado” o “el guardián de la posta” son metáforas recurrentes, pero que no necesariamente hacen justicia al trauma que ha sufrido el cardón. En la calle principal del poblado Francisco Zarco, a unos cuantos kilómetros de la antigua posta, otro cardón “adorna” el jardín de una casa habitación. Me pregunto si podrán comunicarse, como estudios recientes sostienen, o si alguna vez pudieron comunicarse, antes de que el turismo de masas alcanzara al Valle. La distancia y el ruido producido por humanos parece indicar lo contrario. Y, entonces, el cardón seguirá en su soledad, aislado de otros de su especie, perturbado ocasionalmente por visitantes ruidosos -motociclistas offroad se hacen presentes de vez en cuando- o por senderistas más conscientes del respeto al ensamblaje del que formamos parte humanos y no humanos.

Imagen 3: El cardón solitario. Gabriel Fierro, 2021.

Gabriel Fierro Nuño

Estudiante de doctorado en Historia. Instituto de Investigaciones Históricas-UABC

Referencias

Del Barco. Miguel. Historia natural y crónica de la Antigua California [Edición de Miguel León-Portilla]. México: UNAM, 1988.

Delgado Fernández, Mariana. “Edad, tasas de crecimiento y alometría del cardón (Pachycereus pringlei) en la península de Baja California”. Tesis de doctorado, La Paz, 2017.

Delgado Fernández, Mariana, Jonathan Escobar Flores y Kim Franklin. “The Mexican giant cardon (Pachycereus pringlei) interactions with wildlife on the Baja California peninsula, Mexico”. Acta Universitaria vol. 27, núm. 5 (2017), 11-18.

Lazcano Sahagún, Carlos. “Un cierto lugar en Guadalupe”, en El Vigía 5 de febrero, 2012.

Leyva Aguilera, Juana Claudia y Martha Ileana Espejel Carbajal. El valle de Guadalupe. Conjugando tiempos. Mexicali: UABC, 2013.

Piñera Ramírez, David. Los orígenes de las poblaciones de Baja California. Factores externos, nacionales y locales. Mexicali: UABC, 2006.

Mujeres públicas y privadas en el Distrito Norte de Baja California

[…] echábamos ojo a nuestras novias a las cuales respetábamos, ya que el desahogo sexual se satisfacía en los burdeles, que entonces parecían grandes salones de baile, las muchachas bien vestidas, la dueña del lugar no permitía majaderías ni borrachos, así que no había necesidad de molestar a las muchachas ya que todos los jóvenes éramos unos caballeros. Testimonio sobre los años veinte, Ensenada. [I]

A miles de kilómetros, como para considerarlo el otro lado del mundo, en 1920 en Berlín, en una Alemania resquebrajada por el paso de la guerra, se vivía una oleada de libertad sexual a la par que en los otros estados alemanes el nacionalismo y el fascismo comenzaban a comerse las ciudades una por una. Los berlineses creían que el aire de la ciudad se componía de químicos que les hacían ser libertinos y promiscuos.[II] Ahora bien, situados en la misma temporalidad del auge de esta “ciudad del pecado”, en la frontera mexicana con Estados Unidos se vivía un extraño paralelismo. Desde inicios del siglo XX, en el Distrito Norte de Baja California, compañías extranjeras obtuvieron concesiones en el territorio para explotar los recursos naturales de la región, como los proyectos dedicados a la irrigación del Río Colorado. Dicha entrada de extranjeros fue un factor generado por la Ley de Colonización expedida unos años atrás.[III] Así, también se introdujeron al territorio los trabajadores de las respectivas compañías y, en general, aumentó el flujo de personas entre las fronteras estadunidense y mexicana. La respuesta del lado mexicano ante este nuevo flujo de población mayoritariamente masculino fue la introducción de cantinas y bares en donde los turistas y trabajadores pudieran encontrar un espacio de ocio. Sin embargo, fue hasta 1919 (continuando el paralelismo con Berlín) año de la expedición de la Ley Volstead en Estados Unidos, que este nuevo negocio del vicio[IV] incrementó considerablemente, estableciendo en la frontera no solo la venta de licor, sino también las actividades que iban de la mano de beberlo y, por ende, dirigidas a quienes lo bebían, la población masculina; es decir, el negocio de las casas de juego y/o casinos, y la prostitución. Todo un atractivo para los turistas e inversionistas extranjeros que buscaban lo entonces prohibido, en el lado mexicano lo encontraron, fue el patio de juegos del diablo y de los border barons.[V]

En el Distrito Norte de Baja California (en adelante DNBC) nunca se habló de un aire bajacaliforniano, pero sí se creó toda una leyenda a su alrededor, pues tanto los extranjeros, como en el centro del país, veían aquí una forma de vida desbalagada, alejada de los valores familiares y revolucionarios. No obstante, no fue únicamente un fenómeno generado por la Ley Seca, sino que esta misma se derivó de la Era Progresista[VI] que se gestaba en Estados Unidos desde inicios del siglo XX, un periodo de reformismo y activismo, que cimentaba sus bases en los valores de la familia, por lo que estas actividades consideradas inmorales arremetían directamente contra dichos valores, prohibiéndose así todas ellas.

Este ensayo se centra en la prostitución que encontró lugar en la frontera durante el período de prohibición. Se enfoca en el conjunto de mujeres, en su mayoría californianas, que fueron desplazadas y se vieron encaminadas a emigrar a este país, que optaron por ejercer la prostitución antes que vivir en condiciones limitadas y excluidas de la sociedad estadunidense. Se les aborda como sujetos históricos que tomaron un papel activo en esta época, y que además estuvieron estrechamente relacionadas con la conformación de la leyenda negra de Tijuana y Mexicali. Mujeres que, si en Estados Unidos atentaban contra los valores familiares, en la frontera mexicana fungieron como coerción de estos valores, siendo ellas el mal necesario[VII] para sostenerlos. Al mismo tiempo, se trata la prostitución en el Distrito Norte de Baja California como un método de crecimiento económico del cual se valieron los gobernantes locales, encontrando en la prostitución institucionalizada y regulada un negocio fortuito para generar ingresos al erario público, pero también a sus cuentas personales. Por último, se cuestiona su poder de agencia y/o victimización y el discurso racial del cual se sostuvieron las mujeres que ejercían la prostitución. Todas estas ideas, han sido ya planteadas por académicas y académicos que han aportado al tema y lo han destacado como un factor importante para la historia regional, que debe seguir siendo estudiado. Entre ellos se encuentran Catherine Christensen, Eric Shantz, Fernanda Núñez Becerra y Lorenia Ruiz Muñoz. De ellos se retoman las ideas más importantes en forma de compilación y para entablar un breve análisis sobre cada una de ellas.

Una decisión racional

Desde el inicio del fenómeno, y como parte de la oleada de progresismo, se comenzó a esparcir con temor la idea de que las mujeres blancas que estaban llegando a la frontera mexicana para prostituirse eran llevadas a estos horribles lugares con engaños, y muchas de ellas eran menores de edad. Se trató de un temor o pánico por la trata de blancas, o White slavery,[VIII] un discurso que pregonó tanto la victimización de las mujeres como la superioridad blanca, viéndolas como explotadas por inmigrantes mexicanos, pero al mismo tiempo siendo desplazadas y excluidas por ejercer la prostitución por estos mismos moralistas. Lorenia Ruiz explicó aquí cómo este discurso de victimización sirvió como elemento para construir una visión racializada de la frontera, y a su vez contribuyó en la construcción de la leyenda negra.

Retomando, se hablaba de que las mujeres estaban siendo víctimas de trata, prostituyéndose en contra de su voluntad (si bien la trata y explotación siempre han ido de la mano en este negocio), la frontera era considerada la entrada al infierno. Sin embargo, los testimonios de las meretrices rescatados por Christensen, relatan que ellas mismas optaron por desplazarse a este lado, tomando una decisión racional y velando por su propia seguridad económica; pese a aceptar que eran lugares en deplorables condiciones, pero en donde ganaban cuantiosas sumas de dinero. Las posibilidades de las mujeres de subsistir frente a las prohibiciones[IX] eran limitadas, recordando los valores familiares, el papel de la mujer estadunidense (y también mexicana) era el de permanecer en el seno del hogar, contexto al que estas como sujetos históricos marginados no podían aspirar, ‘‘no one was holding her but that she preferred to earn her living there rather tan over a washboard’’.[X] Replicó una de las meretrices que intentó ser rescatada de un burdel en Mexicali, se podría traducir como “ella prefería vivir en ese lugar, antes que vivir detrás de un lavadero”. Cuando se vieron en el lado mexicano de la frontera, las mujeres encontraron aquí posibilidades de establecerse económicamente y, una vez asentadas, vislumbraron también lo que en Estados Unidos no era viable, como la oportunidad de obtener un relativo respeto e integridad por su trabajo, a través de la resistencia frente a la regulación prostibularia del Estado, de conocer y defender sus derechos y, en sí, burlar a las autoridades mexicanas que lucraban con la venta de sus cuerpos a través del cobro de impuestos.

La reglamentación prostibularia como forma de control sobre los cuerpos, un método de crecimiento económico, y el mal necesario

Se tiene entendido que desde 1909 en Mexicali bajo la jefatura política de Celso Vega ya existía un sistema no institucionalizado de tolerancia hacia la prostitución, por meros fines económicos, pero no se tienen fuentes que confirmen que había un sistema de registros formal. Se habla de que las cuotas no oficiales que se cobraban a las mesalinas sostenían en un considerable porcentaje al erario del DNBC. “El lenocinio sólo funcionaba a través del dinero. Este manejo del meretricio comprueba que, para las autoridades locales de Mexicali, para el Ayuntamiento de Ensenada y para la Jefatura Política del Distrito Norte de la Baja California, la prostitución era un negocio del que se podía sacar provecho monetario, ya fuera por intereses personales o para la estabilidad económica de la población, y no una práctica que, por su naturaleza, era más fácil reglamentarla que eliminarla”.[XI]

Posteriormente, con el cambio de jefe político en 1911, Manuel Gordillo Escudero encontró en la prostitución no regulada varios problemas que afectaban los intereses del Estado. En primera instancia prohibió los negocios de vicio por un tiempo, para formular un sistema que solucionara los mismos. Así, se preocupó por reglamentar el cobro de impuestos, para evitar que el dinero, que de todas formas circulaba ilícitamente, fuera mal aprovechado por la jefatura; posteriormente vio en las mujeres públicas un problema de salud, pues eran vistas ellas como las portadoras de enfermedades, así que propuso un sistema de revisión higiénica semanal, que se cubriría con las cuotas a los dueños y las cuotas a las mesalinas. Estas últimas tendrían una cuota más alta o menos alta con base en su apariencia y nacionalidad, en sí, una serie de características físicas que las cosificaban y racializaban, siendo, por ejemplo, las blancas las de cuotas más altas y las no blancas, o las consideradas “menos atractivas”, eran las de menor cobro. Su sistema no entró en función propiamente y tampoco hay fuentes que lo corroboren.

Fue hasta la llegada de Esteban Cantú como jefe político en 1915 que la verdadera reglamentación se estableció, y se vio una mayor tolerancia, pese a los decretos para suprimir los negocios del vicio por parte del grupo sonorense que comenzaba una campaña de moralización y que además estaba tomando poder político y económico sobre el DNBC. Cantú intentó cubrir su tolerancia con la clausura efímera de algunos negocios que se reabrían en pocos días, o que nunca dejaron de funcionar y lo hacían por lo oculto; con el fin de que las noticias sobre las clausuras llegaran a oídos de Calles y los otros personajes. No obstante, la realidad era que Cantú realizó toda esta serie de falsas trabas y clausuras, a la par que asentó la capital del Distrito Norte de Baja California en Mexicali, para así establecer formalmente toda una reglamentación para el negocio del vicio sin llamar la atención del grupo sonorense. Se reitera que el único fin de esta reglamentación era el interés económico, pues de ahí salían los ingresos principales y hubo que aprovecharse de ello ante el caos que se vivía por el estallido de la revolución. Cantú aprobó números proyectos de inversión extranjera para hacer crecer aún más el negocio, en los que él mismo se involucró, al tener acuerdos con los border barons[XII] y abrir los bares “El Tecolote”, en Mexicali, y “El Tivoli”, en Tijuana.

El Reglamento de Sanidad para el Distrito de la Baja California[XIII]se implementó el mismo año de 1915, y estaba dirigido tanto para mesalinas extranjeras como mexicanas. Toda mujer que ejerciera la prostitución tenía como obligación registrarse ante las autoridades, en dicho registro se daba constancia de su nacionalidad, se requería de fotografías para identificarlas y utilizarlas en su respectivo carnet y para rendir cuentas ante el gobierno y en el monitoreo de sanidad. El hecho más peculiar de este sistema (evidenciado en el informe de jefe político del DNBJ en 1912, Manuel Gordillo Escudero) era el de la clasificación de las meretrices, primeramente, divididas en aisladas y las que vivían en comunidad; las primeras debían pagar cuotas más altas y tenían más complicaciones monetarias. Dentro de esta primera división se derivaron otras tres subdivisiones que clasificaban a las mujeres en primera, segunda e ínfima clase,[XIV] y la cuota iba de mayor a menor cantidad respectivamente. Los criterios para determinar tales divisiones eran sus rasgos físicos, su nivel de belleza, de juventud y, aunque estaba implícito, su color de piel. Así, el cometido se había logrado y al poco tiempo de los registros se comenzaron a ver mayores ganancias. Este sistema continuaría con el siguiente jefe político, Abelardo L. Rodríguez, que trabajó con los mismos métodos y, al igual que Cantú, con el grupo Sonora monitoreando sus movimientos.

El control de los cuerpos femeninos por parte del Estado radica en que no era sólo una forma de ganar dinero a costa de venderlos, sino que también funcionaba para tener bajo control, valga la redundancia, la libertad sexual femenina (al menos en el aspecto en el que ellas mismas pudieran elegir las condiciones de su explotación sin cobros de terceros o clasificadas por su apariencia), se temía por esta libertad de decidir, y pese al contexto de libertinaje en la frontera, los valores de la familia y la revolución seguían siendo la base de la sociedad. Fernanda Núñez Becerra expone la noción de la sociedad sobre la prostitución y sobre la mujer en estas épocas y describe cómo se veía a la mujer como un ser carente de sexualidad, donde la única mujer digna de respeto era el “ángel del hogar” y todas aquellas que se vieran alejadas de este ámbito eran propensas a caer en la prostitución, “toda mujer era una puta en potencia”.[XV]

Como una forma de contención de los deseos y pasiones masculinas, la prostitución era el mal necesario,[XVI] era el sacrificio de unas cuantas mujeres (alrededor de 700 entre 1910 a 1920) para preservar la pureza de la mayoría. Ejemplos de esta doble moral se pueden encontrar en entrevistas a hombres y mujeres del DNBC que vivieron las primeras décadas del siglo. Se habla de bailes ostentosos en donde era obligatorio utilizar vestimentas de gala y en donde predominaba la caballerosidad y el respeto hacia las mujeres que asistían; de forma paradójica se podría comparar el uso de carnets de las meretrices con los carnets que las señoritas de sociedad debían llevar a los bailes para mantener un registro de con quiénes bailaban.[XVII]

El sistema reglamentario como forma de control de las mujeres públicas y privadas

La segunda cuestión importante, después de los intereses monetarios, fueron el temor y moral masculinos, ideas que llegaron al Distrito Norte por influencia de las reglamentaciones ya implementadas en el centro del país, y que a su vez derivan de los mecanismos de control introducidos por Maximiliano de Habsburgo, durante el Segundo Imperio mexicano. Así, la idea de reglamentar la prostitución estuvo estrictamente ligada al temor de contagio de las enfermedades venéreas que se propagaban cada vez con más facilidad; existía un temor masculino de contraer dichas enfermedades, porque dentro del sistema moral una enfermedad venérea no sólo traía la propia desgracia del hombre, sino que además llegaba a afectar a la mujer del hogar y, por ende, esto llevaba a la ruptura familiar, que era quizá la más grande desgracia considerando los valores de la sociedad, como lo refleja la siguiente cita: “la Patria no ha perdido solamente un individuo, sino una familia entera, o más bien, una generación”.[XVIII]A los jefes políticos del DNBC siempre les preocupó que el hombre llegara a verse en tal situación. La mujer pública, por supuesto, era la cuna de la enfermedad y, por ello, se trató de monitorearla de manera constante en cuanto a su sanidad. Como respuesta, la resistencia femenina se manifestó mediante su agencia política e histórica al desafanarse de dicho control.

Sin embargo, pese a que este sistema, muy apegado al sistema francés y a las nuevas ideas científicas que llegaban desde el continente europeo, se centró en las mujeres prostitutas, afectó indirectamente a las mujeres recluidas en el hogar. Si bien las primeras debían ser constantemente monitoreadas e irónicamente obligadas a permanecer en los burdeles y no mostrarse en las calles y andares públicos (en su clasificación de mujeres públicas), las esposas, amas de casa y/o matronas debían permanecer en su carácter de honradas, asexuadas y castas, fungiendo únicamente como reproductoras y cuidadoras de la familia. Dentro del sistema de control, los excesos sexuales en las mujeres, estuviesen o no en matrimonio o cual fuese su condición, eran muy mal vistos. Tal es el caso que cualquier acto que no se dirigiera únicamente a procrear o maternar, podía alterar tanto la moral como la salud femenina; es decir, la actitud moralista de la sociedad estaba respaldada por los ‘‘avances’‘ médicos y científicos de la época, que hablaban, por ejemplo, de que para una mujer recién casada viajar implicaba un desequilibrio en su órgano sexual, que lo desanexaba de su fin reproductivo, mientras que para las mujeres que no se casaban, o que realizaban otras actividades no propias de mujeres respetables, estas eran siempre propensas a ser corrompidas. No había forma real de libertad sexual para ninguna mujer, fuera prostituta o el ángel del hogar.

Las meretrices como sujeto histórico y político

Catherine Christensen y Lorenia Ruiz son dos historiadoras que nos hablan de las mujeres públicas como sujetos de una historia que traspasó fronteras; una agencia transnacional que ocupó un papel importante en la construcción del Estado y en la consolidación nacional entre la frontera estadunidense y mexicana.[XIX] Retoman la importancia misma de reconocerlas en la historia y también hacen puntual que existe poca historiografía sobre ellas, por tanto, la historia que se ha ido creando al respeto aporta a darles voz.

La llegada de las mujeres extranjeras se entiende como un proceso de desplazamiento que se fue acercando cada vez más al Sur conforme en las localidades de California se iba ejerciendo la Ley de prohibición de las zonas rojas de tolerancia. El aspecto transnacional se refiere a que un fenómeno histórico trasciende más allá de lo geográfico, lo político y cultural. En este entendido, podríamos abordar este tema viéndolo como una región, no partiendo desde el concepto de territorialidad o de regionalismo, sino en el sentido de que tanto el Distrito Norte de Baja California como California ocuparon el espacio en el que se dio el fenómeno de agencia de las mujeres y, que al final, todo el dilema entre tolerancia y prohibición terminó por definir a cada una.

La agencia de las mujeres públicas estuvo presente desde su llegada, conocían ampliamente sus derechos como extranjeras en la frontera mexicana, y se defendían entre ellas cuando llegaban a caer en los tribunales. Christensen describe que muchas burlaban el sistema a través de la evasión de impuestos, si llegaban a ser deportadas regresaban en poco tiempo y, en los registros de meretrices, tenían la total libertad de elegir nuevas personalidades puesto que nunca se corroboraban las nacionalidades ni los nombres, pudiendo inventar los que quisieran. La cuestión de la nacionalidad era un reflejo de cómo se buscaba siempre alcanzar la blancura, aun cuando no se fuese totalmente blanca, en detrimento de términos existentes como mulata otrigueña, por lo que sólo pocas ponían en evidencia su verdadero origen.

A manera de conclusión, es preciso poner sobre la mesa el debate de si la prostitución ejerció una forma de agencia por el hecho de que estas mujeres extranjeras decidieron venir a prostituirse, por voluntad propia y por la libertad de hacerlo; o si se trató de una mera explotación sexual y, por ende, se victimizó a las mesalinas, tema en el que tanto Ruiz como Christensen deciden no tomar postura. Por mi parte, opino que toda forma de abordar la prostitución de esta época con términos actuales es anacrónica y no responde al contexto que estas mujeres vivieron. Sin embargo, aún en su opresión las mujeres que ejercieron la prostitución sí tomaron un papel de agencia y resistencia porque traspasaron las restricciones de su propio país para venir a transgredir aquí un sistema que también las oprimía, y así, pese a que de las dos formas la prostitución seguía y sigue fungiendo como una necesidad del patriarcado, no dejaron de ser revolucionarias. Por otra parte, también es importante reconocer que, si bien hubo resistencia/activismo por parte de las meretrices estadounidenses, ellas apelaron siempre a discursos raciales o de supremacía blanca para sostenerse como una lucha valida.

Por último, se reconoce al Estado y a la sociedad como los principales actores que propiciaron el ambiente del vicio como actividad económica y turística; al mismo tiempo que lanzaron un discurso de odio y moralista hacia las meretrices, culpándolas de todos los males sociales y así, deslindándose del hecho de que la sociedad estaba corrompida por su fomento a dichos negocios. De igual forma, nunca se tomó importancia a la demanda masculina como principal sostén del negocio, nunca se realizaron inspecciones sanitarias a los hombres, o se les culpabilizó por ser clientes, por ejemplo. Es decir, los hombres estaban justificados en cuanto a acciones y moral, pese a ser los principales consumidores de la prostitución, el juego y la bebida, y, aun así, todo el peso y culpa recaía solo en las meretrices.   

Lucero Jacobo Ibarra

Estudiante de Licenciatura en Historia

Referencias

[I] Archivo de la Palabra del Instituto de Investigaciones Históricas-UABC, Entrevista a Francisco I. Zárate Vidal, 1978, Historias de vida de Ensenada, caja 62, archivo 3.

[II] Pedro Suarez, “Ciudades del pecado 2, Berlín”, Video de Youtube, 48:00, publicado el 5 de agosto de 2013. https://www.youtube.com/watch?v=9j6Hb445z0c

[III] Lorenia Ruíz Muñoz, “La leyenda negra de las ciudades fronterizas, prostitución en Ciudad Juárez y Mexicali (1920-1930)” (tesis de maestría, Centro de Investigación y Docencia Económicas, A.C., 2018).

[IV] Eric Michael Shantz, “From the “Mexicali rose” to the Tijuana Brass: Vice tours of the United States –Mexico border, 1910-1965” (tesis doctoral, University of California, 2001).

[V] Catherine Christensen, “Mujeres públicas: American Prostitutes in Baja California, 1910-1930”, Pacific Historical Review 82, no. 2 (2013): 215-247.

[VI] Ruíz Muñoz, “La leyenda negra de las ciudades fronterizas…”.

[VII] El Colegio de México A.C, “Seminario Permanente de investigación 2016”, video de Youtube, 53:16, publicado el 9 de marzo de 2016, https://www.youtube.com/watch?v=P5z0GB0f1fg&t=397s.

[VIII] Ruíz Muñoz, “La leyenda negra de las ciudades fronterizas…”.

[IX] La ley de la Red Light Abatement Act (RLAA).

[X] Christensen, “Mujeres públicas…”.

[XI] Ruíz Muñoz, “La leyenda negra de las ciudades fronterizas…”.

[XII] Como Marvin Allen, Frank Bayers y Carl Withington extranjeros que invirtieron en los negocios de Baja California.

[XIII] Ruíz Muñoz, “La leyenda negra de las ciudades fronterizas…”.

[XIV] Ruíz Muñoz, “La leyenda negra de las ciudades fronterizas…”.

[XV] El Colegio de México A.C. “Seminario Permanente…”.

[XVI] El Colegio de México A.C. “Seminario Permanente…”.

[XVII] Entrevista a Francisco Zarate y Emilia Ochoa de Ojeda. Archivo de la palabra caja 62. IIH.

[XVIII] Estrada Urroz, Rosalina, “Medicina y moral: las enfermedades venéreas durante el porfiriato”, en Medicina, ciencia y sociedad en México, siglo XIX, editado por Laura Cházaro G., 235-261, Michoacán: El Colegio de Michoacán, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2009.

[XIX] Christensen, “Mujeres públicas…”.

El diario La Prensa: una fuente para historiar a exiliados y migrantes mexicanos en Estados Unidos, 1913-1963

La prensa es una fuente de información relevante para aproximarnos a estudiar históricamente aspectos sociales, culturales, económicos y políticos. A diferencia de los documentos históricos provenientes de archivos públicos y privados, se distingue por tener, como función principal, comunicación con sectores amplios de la sociedad para informar sobre diversos aspectos.

Uno de los retos para analizar críticamente a la prensa consiste en identificar una serie de elementos que varían a lo largo del tiempo, por ejemplo, el origen social de sus lectores, el lugar de establecimiento del periódico, la línea editorial de sus directivos, la formación profesional e inclinaciones políticas de sus reporteros y columnistas, el tipo de sector que la respalda, los patrocinadores o fuente económica que hace posible obtener ganancias para su continua publicación y pago del personal.

La Prensa, San Antonio, Texas, 10 de octubre de 1914

Por todo lo anterior, la disciplina académica nos sugiere entender a la prensa como un medio de comunicación cuya función es intermediar entre los acontecimientos locales, nacionales o internacionales y la vida cotidiana de las personas. Como un medio que transmite, calla y deforma sucesos. Que la pensemos como una mercancía, producto y como empresa que hace pública la opinión de grupos sociales que la respaldan y le otorgan recursos financieros y, por lo tanto, la información contenida en ella puede reflejar, en parte, la postura e intereses de dichas agrupaciones.[i]

Al tener en cuenta esta concepción sobre la prensa podremos iniciar a valorar críticamente la información contenida en ella al momento de utilizarla como fuente para realizar una investigación histórica. Por ejemplo, un periódico relevante para el estudio de la revolución mexicana, la frontera, el exilio y la migración de mexicanos a Estados Unidos es La Prensa de San Antonio, Texas, creado por Ignacio C. Lozano en 1913. La Prensa fue un diario que mantuvo su circulación durante cincuenta años hasta que en 1963, diez años después de la muerte de su fundador, dejó de imprimir noticias para los México-americanos y los habitantes de la población fronteriza entre México y Estados Unidos.

La Prensa, San Antonio, Texas, 25 de septiembre de 1953

Lozano nació en 1886 en Marín, Nuevo León. No queda claro si provino de una familia empresarial, tampoco el motivo de su salida de México. Algunos autores señalan que su trasladó en 1908 a San Antonio fue en calidad de inmigrante, otros que se autoexilió. Lo que podemos señalar de manera concreta es que durante sus primeros años en el extranjero trabajó en periódicos de la localidad como La Revista Mensual, El Noticiero y El Imparcial de Texas.[ii] Para el año de 1913 logró reunir un capital de mil doscientos dólares con el cual fundó La Prensa un semanario escrito en español que más tarde se convertiría en diario.

La apuesta por establecer un negocio periodístico y en español en Estados Unidos representó un riesgo económico, puesto que periodistas y empresarios lo habían intentado y fracasaron anteriormente. Sin embargo, siempre hubo un público cautivo en San Antonio, migrantes y exiliados, necesitados de información sobre los acontecimientos nacionales, sectores a los que Lozano buscó atender con la información que proporcionaba su periódico.

En la primera publicación del periódico, Lozano señaló que el objetivo de su programa de trabajo consistiría en “venir a luchar” y que su servicio informativo procuraría estar basado en “fuentes dignas de crédito” y abarcaría noticias sobre Europa, América y, principalmente, relativas a México. Bajo el lema “Diario Popular e Independiente”, la línea editorial del periódico tuvo el propósito de realizar un trabajo noticioso responsable, sin interés en realizar escándalos, ni hacer propaganda de las desgracias que pesaran sobre México.

La Prensa, San Antonio, Texas, 20 de abril de 1926

En cuanto a su postura política señaló:

“Combatiremos honradamente al gobierno […] pues nuestro objeto no es atacar por sistema ni elogiar sin motivo”. [iii] A sus lectores inmediatos, los mexicanos en Estados Unidos, de manera específica en San Antonio, Texas, comentó que “nos tendrán de su lado en los momentos difíciles y que siempre hallarán en La Prensa un verdadero amigo”.[iv]

A pesar de estas declaraciones, La Prensa fue un periódico conformado por inmigrantes y exiliados que salieron de México a causa de las condiciones generadas por la revolución mexicana y por los gobiernos dirigidos por Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles. Muchos de los columnitas y reporteros que trabajaron en el diario sufrieron la experiencia del desplazamiento por razones económicas y políticas y, debido a que no podían regresar al país que los vio nacer, expresaban su desprecio hacia las condiciones imperantes bajo los gobiernos emanados de la revolución.

Otro elemento que caracterizó a La Prensa fue su atención brindada a los problemas de migrantes mexicanos desfavorecidos y la ayuda social otorgada a sus lectores para encontrar a personas y familiares extraviados que no podían encontrar a sus seres queridos por sus propios medios.

La Prensa, San Antonio, Texas, 4 de abril de 1938

Dada la creciente ola de mexicanos que cada día llegaban a Estados Unidos, en especial a Texas, el diario La Prensa, comenzó a trabajar para tener una mayor difusión en la comunidad mexicana. A lo largo de la década de 1920, su radio de alcance transcendió San Antonio y logró abarcar a las entidades de California, Arizona, Nuevo México, Chicago, Detroit y Nueva York. En 1926, Lozano logró fundar el diario La Opinión en la ciudad de Los Ángeles, el cual sigue imprimiendo noticias hasta nuestros días.[v]

La Prensa, San Antonio, Texas, 18 de octubre de 1937

Por otra parte, si analizamos la línea editorial de La Prensa de 1930 a 1963, observamos un diario consolidado, leído por sectores financieros, sociales y culturales de la sociedad fronteriza y México-Estadounidense. En esos años, pasó de convertirse en un foro para las discusiones intelectuales y políticas que criticaba a los gobiernos revolucionarios, en una institución con incidencia social y liderazgo comunitario que promovió la cohesión social y los derechos políticos de los “mexicanos de afuera” en Estados Unidos.

En términos generales, estudiar al periódico de Lozano durante los años de 1913 a 1934, nos permite entender la manera en que cierto medio informativo, conformado por inmigrantes y exiliados, percibió y entendió el proceso revolucionario y a sus dirigentes. Por otro lado, al estudiarlo a partir de 1934 hasta 1963, podemos observar el interés por atender denuncias sobre la discriminación de mexicanos y México-americanos, en un contexto en donde la discriminación racial estuvo latente.

La Prensa, San Antonio, Texas, 1 de enero de 1953

En conclusión, podemos señalar que el diario La Prensa puede ser una fuente de información relevante, si la analizamos de manera crítica, para realizar investigación histórica sobre la revolución mexicana, grupos de exiliados y la comunidad migrante en la frontera entre México y Estados Unidos durante los años de 1913 a 1963.

César Alexis Marcial Campos

Instituto de Investigaciones Históricas-UABC


[i] Jacqueline Covo, «La prensa en la historiografía mexicana: problemas y perspectivas», Historia Mexicana, n.o 3 (1993): 689-710.

[ii] Roberto Treviño R., «Prensa y patria: The Spanish-Language Press and the Biculturation of the Tejano Middle Class, 1920-1940», Western Historical Quarterly, 22, n.o 4 (1991): 451-72.

[iii] “A la Prensa, a nuestros amigos y al público”, La Prensa, San Antonio, Texas, 13 de febrero de 1913.

[iv] “A la Prensa, a nuestros amigos y al público”, La Prensa, San Antonio, Texas, 13 de febrero de 1913.

[v] Nicolás Kanellos. «A brief history of Hispanic periodicals in the United States», Hispanic Periodicals in the United States, Origins to 1960 (1960): 37.


Una historia de vida a través del Programa Bracero

El Programa Bracero (1942-1964) significó para muchos mexicanos la oportunidad de contar con un trabajo temporal al otro lado de la frontera, en los Estados Unidos, que les permitió regresar a su país. Se trató de un programa bilateral único que no solo afectó las economías de ambos países, sino que cambió las vidas de poco más de 4 millones de trabajadores durante los veintidós años que permaneció activo.[1] Este fenómeno también tuvo una dimensión personal importante, anclada en la experiencia, la cual suele escapar a los análisis globales de los procesos migratorios, a los estudios demográficos o de los impactos políticos y económicos.

En este texto nos acercamos a dicha dimensión a través de la memoria y la historia oral, a partir de la experiencia de Abel Espinosa Arriola, nacido en 1943 y originario de Cupareo, Guanajuato, quien fue trabajador agrícola en Estados Unidos desde 1959. El Programa terminó en 1964, sin embargo, la migración de trabajadores temporales mexicanos en Estados Unidos no se detuvo. Posteriormente, Abel continuó trabajando en el campo hasta que en 1986 la amnistía firmada durante el gobierno de Ronald Reagan abrió la posibilidad de regularizar su estancia permanente.

Imagen 1. Abel Espinosa Arriola

La vida en el pueblo

Abel Espinosa es el tercero de diez hijos del matrimonio de Baltazar Espinosa Díaz y María Arriola Martínez, también de Cupareo, Guanajuato. Su infancia transcurrió en el pueblo: fue a la escuela primaria tres años, de los cuales estudió dos el primer grado y uno el segundo. Después se dedicó a ayudar a su familia, a trabajar con su papá cuidando los animales y las parcelas que tenían.

Cupareo es una localidad perteneciente al municipio de Salvatierra, Guanajuato, ubicado al sureste de la laguna de Yuriria, aledaño a municipios como Moroleón, Uriangato, Yuriria y Celaya. La población de Salvatierra en 1950 era de poco más de 49 mil personas, de las cuales casi 30 mil pertenecían a localidades rurales.[2] Nuestro entrevistado recuerda el pueblo muy distinto a lo que es hoy en día, lo que actualmente son calles pavimentadas con alumbrado y servicios básicos, eran en el tiempo de su infancia caminos rurales que poco a poco fueron construidos como avenidas empedradas. En ese entorno era en que veía a su papá trabajar la tierra, las parcelas en las que cultivaba maíz principalmente. 

Guanajuato es un estado con una larga tradición migratoria hacia Estados Unidos, principalmente por motivos económicos, pues, es también un estado en el que el reparto agrario (1934-1940) se llevó a cabo de manera muy lenta, beneficiando con las mejores tierras a ex hacendados exclusivamente.[3] Posteriormente, el Programa Bracero también provocó un flujo migratorio de trabajadores guanajuatenses, entre los que se encontró nuestro entrevistado.

El Programa Bracero fue un acuerdo bilateral firmado entre México y Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial con el fin de solventar, con mano de obra mexicana, la necesidad en el campo estadounidense.[4] Anteriormente, existieron agravios de parte del gobierno estadounidense como deportaciones masivas de mexicanos en momentos de crisis y, durante la Primera Guerra Mundial, la contratación unilateral de mexicanos para trabajar en territorio estadounidense, práctica conocida como enganche.[5]

Un adolescente bracero

La adolescencia de Abel transcurrió en el trabajo como bracero en Estados Unidos, en los trayectos entre el norte del país y su frontera se desenvolvió el joven guanajuatense, acompañado de otros conocidos y amigos del pueblo. Desde sus primeros años convivió no solo con jóvenes de su edad, también con los hombres mayores que el trabajo y la contratación del Programa Bracero congregaba. Recuerda que se “pegaba a los que estaban grandes, ya casados, gente grande”.[6] De modo que, en este ambiente masculino, entre el ir y venir del pueblo al “otro lado”, el joven Abel pasaría varios años importantes de su vida. Como señala Zapata Rivera, la contratación de jóvenes menores de edad fue un requerimiento que se transgredió con frecuencia, algunos lo conseguían mediante la falsificación de documentos o la adjudicación de nombres de terceros.[7] Abel era menor de edad la primera vez que lo contrataron y recuerda que:

Cuando ya estuve yo de 14, 15 años me sacó [su papá] un permiso de civil, un […] primo de él le consiguió un permiso, un papel que le dio, y me puse más viejo ahí, me puse tres años más viejo, entonces esos tres años que me puse más viejo me dieron la cartilla… por un permiso de un año de servicio militar, y saqué mi cartilla ya cuando cumplí el año, y me vine pa’ Estados Unidos. Porque como te digo estaba grandote pues, según, me sentía grande yo, andaba ya de 15, 16 años acá en Texas.[8]

De esa manera, con dieciséis años, Abel conseguiría en Monterrey su primer contrato como trabajador temporal en Estados Unidos. El primer trabajo fue en Pecos, Texas, donde se dedicó a la siembra de algodón. Se enteró de la oportunidad de ir al norte con ese fin a través de los conocidos del pueblo, pues nos cuenta que emprendían los viajes juntos, entre amigos y demás hombres de Cupareo. Sin embargo, las estadías en los trabajos y distintos poblados en Estados Unidos no eran tan largas, y siempre estaban sujetos a la necesidad de mano de obra de otros campos. Este primer trabajo con el algodón, el cual recuerda mejor que otros, duró 45 días:

En el primer trabajo andaba limpiando algodón, estaba sembrado recién, estaba chiquito el algodón, las parcelas, y ahí nos enseñaron muchas cosas, al riego, a limpiar, a cultivarlo pues, bien bonito. Ya cuando cumplimos el contrato, ya tenía la bolita del algodón, ya iba a ser algodón, y ya pues nos mandaron para México.

Otros requerimientos para ser elegible a la contratación eran controlados por instancias municipales, las cuales eran las encargadas de otorgar un certificado que avalaba la limpieza de antecedentes penales, la experiencia en el trabajo agrícola, su desocupación laboral y la falta de posesión de tierras ejidales. Una vez que era obtenido este documento, los aspirantes a braceros se podían trasladar a los sitios donde se realizaban las contrataciones, donde tenían que esperar su turno para realizar el trámite mientras las entidades enviaban las listas de los candidatos para ser contratados.[9]

Abel en varias ocasiones cumplía con estos requisitos, sin embargo, al llegar al centro de contratación su nombre no aparecía en la lista:

Hacían lista de los que íbamos, y ‘pues que no se pudo’ dice, ‘vámonos pa’ atrás, a Cupareo de vuelta’, porque la lista no la habían recibido, que se había perdido, que no salían en la lista… y ahí vamos para atrás de nuevo.[10]

Además de estos percances, estaba también la espera para realizar el trámite, que a veces se prolongaba por días, incluso meses. Por ello, como señala Zapata, las redes familiares y de paisanaje serían muy importantes para sortear los viajes, pues además una práctica recurrente era la del cobro, por medio de gente que les prometía “un lugar” a los aspirantes a braceros.[11] A Abel le llegaron a cobrar 150 o 200 pesos, cantidades que eran regresadas por el encargado de la lista en algunas ocasiones en que no eran contratados.

Un paso de la contratación recordado por muchos ex braceros, a veces con significados negativos, es la higienización y revisión médica a la que eran sometidos antes de cruzar la frontera en la que se les rociaba insecticida DDT.[12] Nuestro entrevistado refiere también estos episodios como parte del proceso para ser contratado:

Nos registraban, nos boleaban, nos desinfectaban pues a todo el cuerpo y nos sacaban sangre. Algunos ya para llegar donde sacaban sangre no alcanzaban más, se desmayaban pues, será porque miraban la sangre o no sé, antes de llegar ya estaban tirados allá. Se iban por ahí al hospital, ahí les daban medicina y ya se componían.[13]

Estas prácticas como la revisión médica respondían no solo a un método para asegurar que los contratados no padecieran enfermedades infecciosas, sino también a la desconfianza sobre la “sanidad” de los mexicanos y de otros extranjeros, existente desde las grandes oleadas migratorias transatlánticas de finales del siglo XIX.[14] De esta manera, los mexicanos como trabajadores temporales en el vecino país quedaban sujetos igualmente a las ideas que tuvieran de ellos y a los requisitos o procesos impuestos, aunque se tratara de un control corporal.

En la memoria de nuestro entrevistado está muy presente el primer y el segundo trabajo que tuvo como bracero. Nos cuenta que el segundo fue mejor, aunque también de corta duración. Este fue en Phoenix, Arizona, cosechando tomates:

Tenía tomate el patrón, jitomate rojo, y los criamos de chiquitos también. Adentro de la casa estaba todo eso, eran como unas casas grandotas con lona, y ahí se quedó el tomate, muy bonito. Y ahí andábamos, ahí el sol no nos pegaba nada (…) andábamos de rodillas trabajando o tirados de panza o de codos, curando según las matas de jitomate, muy bonito trabajo, quitándole la cara a la mata de abajo. Un trabajo bien bonito que hacíamos ahí, andábamos en puro aserrín, ahí no había tierra, ahí estaba bien bonito el trabajo y más bien pagado.[15]

El trabajo como bracero no terminaría con la cosecha de tomate en Arizona, al contrario, el recuento de lugares donde trabajó se mezcla en su relato con el periodo en el que cruzaba sin contrato. Entre esos lugares se encuentran los estados de Wisconsin, Indiana, Michigan y California, donde se dedicó a la agricultura en los cultivos de lechuga, uva, zanahoria, entre otros. Solamente en Chicago, Illinois, laboró en una fábrica de fundición de acero.

Después del Programa

A diferencia del trabajo bajo los contratos del Programa, la forma de dirigirse a Estados Unidos y las experiencias vividas después por nuestro entrevistado son parte de una rememoración menos favorable, en la que destacó las circunstancias adversas que atravesó. Destacamos su recuerdo de una ocasión en que tuvo que cruzar el río Bravo en la frontera de Nuevo León:

Nos pasaron en el río y ya acá estaba un tráiler grande, en el medio del tráiler estaba un campo grande, ahí cabíamos mucha gente, unos veintitantos o treinta yo creo, pa’ enfrente traía cajas de toronja y pa’ atrás otras, solo en medio estaba libre para que viniera la gente ahí, y ya cuando llegamos, por ahí antes de llegar a San Antonio, Texas, dice, se bajó ahí en un puente, dice “todos bájense, porque no traigo gas, voy aquí al siguiente pueblo a cargar”, pa’ qué nos bajaba, fue todo lo que nos trajo, hasta ahí, ahí nos dejó y ya no volvió. Ya no volvió porque ya muchos le habían dado dinero, pues ya para qué, y ya con eso se fue. Nos tiró a todos ahí abajo del puente, ahí cuatro o cinco horas sin comer, algunos se iban, se perdían, hallaron miel, colmenas ahí, cajones de los rancheros que hay por ahí, y eso era lo que comíamos, como tres días.[16]

Aunque el trabajo indocumentado los haría propensos de vivir situaciones desfavorables como esa, Abel Espinosa destaca que un aspecto positivo era la libertad de irse a buscar trabajo donde quisieran, sin que el contrato los hiciera sujetos al regreso a México en cuanto se terminaba.[17] En 1967, Abel, de veinticinco años, se casó con Victoria Sánchez González, también de Cupareo, Guanajuato. En 1969 nació su primera hija y después diez hijos más, por lo que continuó trabajando en Estados Unidos en el campo para mantenerlos. Esto significó que en la infancia de sus hijos el ir y venir no lo dejara establecerse en su casa en el pueblo por mucho tiempo. Sus hijas mayores, Rosalva y Olivia, refieren que “se tardaba en llegar, mientras vivíamos el mismo estrés de mi mamá, que no tenía dinero, no le alcanzaba lo que le mandaba”,[18] “yo no me acuerdo qué era vivir con mi papá, nada más de vez en cuando que llegaba, decían que cada seis meses o cada año”.[19]

La regularización  

En 1986, el presidente Ronald Reagan firmó la Ley Pública 99-603, Immigration Reform and Control Act, también conocida como Amnistía de 1986 o Ley Simpson-Rodino, que significó un giro en la política migratoria estadounidense, pues se estipulaba la legalización de extranjeros indocumentados que hubieran estado presentes en el país desde 1982, así como la de los trabajadores del programa Special Agriculture Workers, que hubieran laborado al menos 90 días en el año anterior.[20]

Para Abel, esta ley abrió la oportunidad de regularizarse y además llevar a su familia a Estados Unidos en un futuro. Para ello tuvo que seguir trabajando y comprobar el tiempo que llevaba en el país, por lo que su proceso no fue inmediato. Este cambio legislativo representó un parteaguas en la vida de nuestro entrevistado porque, en 1994 aproximadamente, le permitió establecerse en Texas, donde hasta el día de hoy reside con su familia. Asimismo, en 2006 pudo convertirse en ciudadano estadounidense. Su último trabajo antes de retirarse fue en el mantenimiento de un campo de golf, en Houston.

Andrea S. Esquivel Espinosa

Estudiante de licenciatura en Historia

Notas

[1] Jorge Durand, “El programa bracero 1942-1964” en Historia mínima de la migración México-Estados Unidos, (México: El Colegio de México, 2016): 128.

[2] INEGI,  Séptimo censo general de población 1950, disponible en: https://www.inegi.org.mx/programas/ccpv/1950/#Tabulados

[3] Espinosa y Cebada (1993) citadas en Verónica Montes de Oca Zavala, Ahtziri Molina Roldán, Rosaura Avalos Pérez, “La migración en Guanajuato” en Migración, redes transnacionales y envejecimiento. Estudio de las redes familiares transnacionales de la vejez en Guanajuato (México: UNAM, Instituto de Investigaciones Sociales, Gobierno del Estado de Guanajuato, 2008): 108.

[4] Verónica Zapata Rivera, “Cruzar la frontera. Los braceros y la reconstrucción del recuerdo” en

Tras los pasos de los braceros. Entre la teoría y la realidad. Aidé Grijalva y Rafael Arriaga Martínez coords. Aidé Grijalva ed. México: UABC, Instituto de Investigaciones Sociales, Juan Pablos Editor, 2015: 287.

[5] Zapata Rivera, “Cruzar la frontera. Los braceros y la reconstrucción del recuerdo”, 287.

[6] Abel Espinosa Arriola, 79 años, entrevista realizada por la autora el 5 de mayo de 2022.

[7] Verónica Zapata Rivera, “Cruzar la frontera. Los braceros y la reconstrucción del recuerdo” en

Tras los pasos de los braceros. Entre la teoría y la realidad. Aidé Grijalva y Rafael Arriaga Martínez coords. Aidé Grijalva ed. México: UABC, Instituto de Investigaciones Sociales, Juan Pablos Editor, 2015: 298, 289.

[8] Abel Espinosa Arriola, 79 años, entrevista realizada por la autora el 5 de mayo de 2022.

[9] Verónica Zapata Rivera, “Cruzar la frontera. Los braceros y la reconstrucción del recuerdo”, 290-292.

[10] Abel Espinosa Arriola, 79 años, entrevista realizada por la autora el 5 de junio de 2022.

[11] Verónica Zapata Rivera, “Cruzar la frontera. Los braceros y la reconstrucción del recuerdo”, 294.

[12] Irina Córdoba Ramírez, “Memoria, testimonios, estereotipos y olvido. Problemas metodológicos

en las representaciones sobre los braceros” ISTOR Revista de Historia Internacional núm. 52 (2013): 100.

[13] Abel Espinosa Arriola, 79 años, entrevista realizada por la autora el 5 de mayo de 2022.

[14] Verónica Zapata Rivera, “Cruzar la frontera. Los braceros y la reconstrucción del recuerdo”, 301.

[15] Abel Espinosa Arriola, 79 años, entrevista realizada por la autora el 5 de mayo de 2022.

[16] Abel Espinosa Arriola, 79 años, entrevista realizada por la autora el 5 de mayo de 2022.

[17] Abel Espinosa Arriola, 79 años, entrevista realizada por la autora el 5 de mayo de 2022.

[18] Rosalva Espinosa Sánchez, 53 años, entrevista realizada por la autora el 25 de mayo de 2022.

[19] Olivia Espinosa Sánchez, 52 años, entrevista realizada por la autora el 5 de junio de 2022.

[20] Paz Trigueros Legarreta, “Braceros y visas H-2A. La contratación de trabajadores temporales agrícolas en Estados Unidos” en Tras los pasos de los braceros. Entre la teoría y la realidad. Aidé Grijalva y Rafael Arriaga Martínez coords. Aidé Grijalva ed. México: UABC, Instituto de Investigaciones Sociales, Juan Pablos Editor, 2015.

Referencias

Córdoba Ramírez, Irina. Memoria, testimonios, estereotipos y olvido. Problemas metodológicos en las representaciones sobre los braceros. ISTOR Revista de Historia Internacional núm. 52 (2013): 91-106. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4215563

Durand, Jorge. 2016. El programa bracero 1942-1964. En Historia mínima de la migración México-Estados Unidos. México: El Colegio de México, 2016.

Instituto Nacional de Estadística y Geografía. Séptimo censo general de población, 1950. Disponible en: https://www.inegi.org.mx/programas/ccpv/1950/#Tabulados 

Montes de Oca Zavala, Verónica, Ahtziri Molina Roldán, Rosaura Ávalos Pérez. La migración en Guanajuato. En Migración, redes transnacionales y envejecimiento. Estudio de las redes familiares transnacionales de la vejez en Guanajuato. México: UNAM, Instituto de Investigaciones Sociales, Gobierno del Estado de Guanajuato, 2008.

Trigueros Legarreta, Paz. Braceros y visas H-2A. La contratación de trabajadores temporales agrícolas en Estados Unidos. En Tras los pasos de los braceros. Entre la teoría y la realidad. Aidé Grijalva y Rafael Arriaga Martínez coords. Aidé Grijalva ed. México: UABC, Instituto de Investigaciones Sociales, Juan Pablos Editor, 2015.

Zapata Rivera, Verónica. Cruzar la frontera. Los braceros y la reconstrucción del recuerdo. En Tras los pasos de los braceros. Entre la teoría y la realidad. Aidé Grijalva y Rafael Arriaga Martínez coords. Aidé Grijalva ed. México: UABC, Instituto de Investigaciones Sociales, Juan Pablos Editor, 2015.

Entrevistas

Abel Espinosa Arriola, 79 años, entrevista realizada por la autora el 5 de mayo de 2022.

Olivia Espinosa Sánchez, 52 años, entrevista realizada por la autora el 5 de junio de 2022.

Rosalva Espinosa Sánchez, 53 años, entrevista realizada por la autora el 24 de mayo de 2022.

Astronomía, globalización, romanticismo. El tránsito de Venus en 1769 y la Antigua California

En 1761 y 1769 tuvo lugar la movilización de científicos a lo largo del mundo para observar un fenómeno astronómico. El tránsito de Venus es el fenómeno que ocurre cuando, desde la Tierra, es posible observar cómo el segundo planeta del sistema solar atraviesa el disco solar. Se trata de un acontecimiento que se repite periódicamente. Aproximadamente cada 130 años el tránsito de Venus ocurre en dos ocasiones, separadas por un lapso de 8 años. La última vez que pudo observarse fue en 2004 y 2012. Lo que en el siglo XXI puede entenderse como una curiosidad, en el siglo XVIII tenía especial importancia para la astronomía, ya que podía dar a los científicos la oportunidad de calcular las dimensiones del sistema solar. La península de Baja California tiene un lugar dentro de lo que podríamos considerar una de las primeras empresas científicas de carácter global. En 1769, un grupo de franceses encabezados por el abate Jean Baptiste Chappe d’Auteroche observaron el tránsito de Venus en el actual municipio de San José del Cabo. Su trayectoria permite dar una mirada no sólo a la historia de la astronomía del siglo XVIII, sino también a la historia de la globalización temprana y a la literatura de viajes que apareció junto con lo que el historiador de la literatura Richard Holmes llama “ciencia romántica”.

Imagen 1. Tránsito de Venus a través del disco solar. 2004[i]

Astronomía

Evidentemente, la observación del tránsito de Venus en la década de 1760 se encuentra vinculada a la historia de la astronomía. Esta ciencia experimentó importantes transformaciones desde el siglo XVI. Nicolás Copérnico postuló, basado en numerosas observaciones astronómicas, que la tierra no era el centro del universo alrededor del cual giraban los cuerpos celestes, sino uno más de los planetas que se movían alrededor del sol. Para el historiador y filósofo de la ciencia Thomas Kuhn, no se trató sólo de una nueva teoría o explicación científica, sino del surgimiento de un nuevo paradigma, es decir, una ruptura con el conjunto de creencias y premisas que regulaban los saberes de la comunidad científica que, hasta entonces, daban por sentados los postulados de la Antigüedad clásica. En este sentido, el paradigma heliocéntrico pudo dar respuesta a preguntas tan antiguas como el extraño movimiento de los planetas, pero también generó nuevas interrogantes.

A comienzos del siglo XVII, Johanes Kepler propuso un modelo matemático que, además de describir el movimiento de los planetas, permitía calcular el tamaño, la distancia y la duración de las órbitas. Estos cálculos se hicieron con base en “unidades astronómicas”. Una unidad astronómica, cuyo tamaño se desconocía, era la distancia entre la Tierra y el Sol. Kepler llevó a cabo algunas estimaciones sobre la distancia entre la Tierra y los planetas más próximos, Marte y Venus. También calculó y predijo que los tránsitos de este último a través del disco solar ocurrirían cada 130 años, pero murió antes de poder observarlo. Durante las siguientes décadas, varios científicos intentaron llevar a cabo estos cálculos por medio de la medición de ángulos, del uso de modelos trigonométricos y de las Leyes de Kepler. En 1672 los franceses Jean Richer y Jean Dominique Cassini intentaron calcular la distancia entre la tierra y Marte triangulando sus mediciones desde dos puntos distantes, uno en Francia y otro en la colonia sudamericana de Guyana. En 1716, Edmund Halley propuso un método que recuperaba la experiencia de Richer y Cassini, pero debía llevarse durante el tránsito de Venus. Un astrónomo debía registrar desde el hemisferio norte el tiempo que le tomaba al planeta recorrer el disco solar, mientras otro lo hacía en el hemisferio sur. La diferencia entre ambas mediciones haría posible calcular, por medio de un método conocido como paralaje solar, el tamaño de la unidad astronómica.

Imagen 2: Dr. Halley’s Dissertation of the Method of Determining the Parallax of the Sun by the Transit of Venus, June 6, 1761[ii]

Globalización

Durante las últimas décadas ha crecido el interés por la historia global, o bien, la insistencia en que es necesario pensar la historia globalmente. Esto no significa que quienes nos dedicamos a esta disciplina estemos obligados a recorrer el planeta en busca de archivos y documentos, escritos en lenguas tan diversas que rara vez son todas dominadas por un mismo autor. De hecho, hay quienes han planteado la posibilidad de adentrarse a partir de narrativas biográficas, o bien, de estudios de caso de tipo microhistórico, como es el caso de Giovanni Levi, quien reconoce la posibilidad de escribir microhistorias globales (2018). La historia global puede leerse como una invitación a poner atención en las conexiones tejidas alrededor de los cinco continentes a partir de los viajes de exploración y de la expansión de los imperios europeos, un proceso que inició en el siglo XVI. Al mismo tiempo, la historia global ha sido pensada por autores como Diego Olstein y Bernd Hausberger como una posibilidad de descentralizar las narrativas que suelen configurar la historia de estos procesos, ya sea en su modalidad eurocéntrica o por medio de un creciente sinocentrismo en las últimas décadas. Si bien la globalización temprana fue impulsada por la expansión colonial europea, trabajos como Horizontes de James Poskett o Conquering the Pacific de Andrés Reséndez muestran la centralidad que los territorios y actores no occidentales han tenido en estos procesos.

Hay una amplia bibliografía sobre el tránsito de Venus en el siglo XVIII. En ella es posible observar un caso que ejemplifica las posibilidades de pensar globalmente la historia de la ciencia. Aunque quizá el trabajo de síntesis más acabado es En busca de Venus de Andrea Wulf, conviene preguntarnos si hemos logrado descentralizar nuestras narrativas en materia de historia de la ciencia, o bien, si nuestras historias globales continúan ancladas alrededor de los mismos actores y personajes.[iii] Lo cierto es que, independientemente de si nos situemos en el centro de los imperios globales de la segunda mitad del siglo XVIII o en sus periferias, encontraremos que el tránsito de Venus fue una empresa científica de alcance global, donde cientos de científicos desplegaron alrededor del mundo la tecnología más novedosa que tenían a su alcance para observar el cielo y medir el tiempo. Aunque la mayoría de los artífices de esta empresa se encontraban en Europa, ni la empresa, ni los cálculos y mediciones resultan comprensibles sin voltear a los márgenes imperiales. Aunque la competencia científica se dio principalmente entre Inglaterra y Francia, que desplegaron observadores más allá de sus colonias, en la empresa participaron también Holanda, Rusia, Dinamarca, Suecia, Alemania, España, Italia y Portugal, cuyas cornas enviaron astrónomos a lo largo de Eurasia, China, Sudáfrica y América del Norte. En total, el tránsito de Venus fue observado en 60 localidades a lo largo del mundo.

Imagen 3. Fuerte Venus, erigido en Tahití[iv]

Romanticismo

La distinción tajante entre ciencia y literatura, así como entre razón y emociones, o bien, entre objetividad y subjetividad, forma parte de la manera en la que hemos concebido nuestro conocimiento y experiencia del mundo, al menos desde la segunda mitad del siglo XIX. Interrogarnos por dichas dicotomías no significa homologar una cosa a la otra, pero sí preguntarnos por las posibilidades que se han constituido históricamente para integrar el conocimiento científico a las distintas experiencias estéticas y emocionales de quienes se dedican a la ciencia. En este sentido, la literatura de viajes es un género de escritura que logró integrar la indagación científica y la contemplación estética de la naturaleza, al punto que el biógrafo de científicos y escritores, Richard Holmes, llegó a emplear la expresión “ciencia romántica” para hablar de una generación de científicos que, además de viajeros, produjeron una escritura propia de la literatura romántica. Para Holmes, la ciencia romántica sería aquella generación inaugurada por el viaje del Endeavour a las islas del Pacífico y Oceanía en 1768 para observar el tránsito de Venus, y concluyó con el viaje del Beagle, con Charles Darwin a bordo, a lo largo de las costas de América del Sur en la década de 1830. Si bien podemos problematizar esta periodización, conviene tenerla en cuenta al momento en que nos aproximamos, desde el presente, a leer los diarios de viaje, a menudo publicados, por los científicos de dicha generación. Así, aunque solemos darles el valor a estos materiales de fuentes históricas, conviene tener presente que se trata también de textos literarios que solían estar cargados de una mirada romántica de la naturaleza, donde la subjetividad y las emociones de sus autores se encuentran presentes casi en todo momento. Por ejemplo, el abate francés Jean Baptiste Chappe D’Auretoche escribió sobre su viaje trasatlántico:

[…] por lo demás la vida en el mar no es aburrida ni uniforme excepto para ojos acostumbrados a no ver la naturaleza, para los demás existen en el mar espectáculos capaces de interesar al espí­ritu y a la razón, hasta en los horrores es bella la naturaleza, posi­blemente entonces es cuando resulte más admirable y sublime. En cierta forma la calma en un día hermoso es menos interesante que los momentos de dificultad o los oleajes que movidos por el viento parecen confundirse con el cielo; abismos profundos se abren a cada instante y el hombre se aterroriza en ese momento ante la vista del peligro que cree inevitable; pero en cuanto vuelve la calma después de la tormenta su admiración se vuelve sobre sí mismo, sobre el barco, sobre el piloto, vencedores del más temible de los elementos; entonces un sentimiento de orgullo se apodera de él y se dice: sí, el hombre por su capacidad y por su audacia es digno de abrazar el infinito y penetrar en sus maravillas, aunque no sea más que un punto en medio del vasto universo.

Imagen 4. Retrato de Jean Baptiste Chappe D’Auteroche[v]

El tránsito de Venus en la Antigua California

Un ejemplo puntual de esta historia global de la ciencia, observable en la pluma de un científico y escritor romántico, es el relato aquí citado de Jean Baptiste Chappe D’Auteroche (1728 – 1769). De origen francés, este astrónomo observó el tránsito de Venus en dos ocasiones. La primera, en 1761, en los dominios rusos de Siberia, por invitación de Catalina la Grande, y en 1769 en las proximidades de San José del Cabo, en el extremo sur de la península de Baja California. En los años 80 historiadores como David Piñera y Salvador Bernabéu expresaron que la ausencia de una traducción del relato de Chappe era una omisión en la historiografía regional. Sin embargo, desde 2010 contamos con una traducción a nuestro idioma, trabajo de Manuel Álvarez y Graciela Albert, con un ensayo introductorio de Marco Antonio Moreno Corral, reconocido divulgador e historiador de la Astronomía.[vi] Del mismo modo, hay algunos trabajos académicos que han abordado el tema.[vii] En mi lectura, la observación del tránsito de Venus en 1769 en la antigua California es uno de los ejemplos más nítidos de las posibilidades de pensar globalmente una historia que suele observarse desde una escala local y/o regional.

Originario de la provincia francesa de Auvernia, Chappe destacó en sus primeros estudios por su habilidad como dibujante y matemático, lo que le valió ser recomendado en el observatorio de París ante su director, Jacques Dominique Cassini. Fue traductor al francés de las obras de Edmund Halley y en la década de 1750 observó el tránsito de Mercurio. Sus viajes para observar el tránsito de Venus a Siberia y California fueron posibles, entre otras cosas, por las relaciones diplomáticas de la corona francesa logró tejer con los imperios ruso y español en el contexto de una rivalidad con Inglaterra que fue militar pero también científica. Su viaje a California inició en septiembre de 1768. Lo acompañaba un grupo de cuatro personas: un sirviente, cuyo nombre no es mencionado en su relato de viaje, y tres asistentes; Jean Pauly, ingeniero y geógrafo del rey; J. Dubois, un relojero; y Jean Nöel Alexander, un alumno de la academia de pintura. La presencia de estos personajes se explica por la naturaleza de la expedición. Mientras Pauly debería de ayudarlo con las mediciones, Dubois estaría a cargo del mantenimiento del sofisticado equipo de medición, y Alexander, debía registrar el viaje de manera gráfica. Además, por disposición real, los viajeros extranjeros debían ir acompañados por oficiales españoles. En este caso, viajaron con ellos el astrónomo Vicente Doz y el capitán Salvador Medina. La tripulación arribó al puerto de Veracruz en marzo de 1769. Desde ahí atravesaron el macizo continental de la Nueva España, haciendo escala en la Ciudad de México y dejando registro de sus observaciones de la naturaleza y de sus habitantes por escrito. Luego se embarcaron en San Blas, haciendo escala en Mazatán y llegando a su destino en mayo del mismo año.

Tenía prisa de instalarme en San José y comenzar de inmediato con mis observaciones preliminares; ahora estaba hospedado con todo mi mundo en un amplio granero, del que hice quitar la mitad del techo en el lado Sur para poder colocar telas que pudieran ponerse y quitarse a voluntad, todos mis instrumentos quedaron ya armados, listos y probados en el estado en que deberían servir parala observación del tránsito de Venus, el clima me secundó perfecta-mente y tuve todo el tiempo necesario para montar mi péndulo haciendo observaciones exactas y múltiples. Finalmente llegó el tres de junio y pude hacer la observación más completa.

Cabe señalar que Chappe no era el único astrónomo en la región. El francés se encontró allí con Joaquín Velázquez de León, un reconocido científico y matemático novohispano que viajó a California en 1768, luego de la expulsión de los jesuitas, siguiendo las órdenes del visitador imperial José de Gálvez. Aunque su objetivo era llevar a cabo un estudio sobre la viabilidad de la minería, Velázquez de León estaba al tanto de la importancia del tránsito de Venus, al igual que otros científicos que lo observaron desde la ciudad de México. Cuatro décadas después, el encuentro de ambos científicos fue recreado por Alexander Con Humboldt en su Ensayo político sobre el reino de la Nueva España:

Cuando el abate Chappe, más célebre por su valor y declarado amor a las ciencias que por la exactitud de sus operaciones, llegó a California, ya encontró ahí al astrónomo mexicano, el cual se había he-cho construir, de tablas de mimosa, un observatorio en Santa Ana. Ya había determinado la posición de este pueblo indio, y así anunció al abate Chappe que el eclipse de luna del 18 de junio de 1769sería visible en California. El geómetra francés dudó de la aserción hasta que se verificó el eclipse. Por sí solo Velázquez hizo una muy buena observación del Paso de Venus sobre el disco del Sol el día 3 de junio de 1769; y al día siguiente comunicó el resultado al abate y a dos astrónomos, don Vicente Doz y a don Salvador de Medina. El viajero francés quedó sorprendido de la armonía que había entre la observación de Velázquez y la suya. Sin duda extrañó el encontraren California a un mexicano, que sin pertenecer a ninguna academia, ni haber salido jamás de la Nueva España, hacía tanto como los académicos.

Precisamente en 1769 se desató en el sur de la península un brote de una enfermedad que las fuentes registran como Matlazahuatl o “vómito negro”, presumiblemente tifus. Cabe señalar que, aunque se encontraba en los confines del imperio español, la península de Baja California había sido ocupada desde finales del siglo XVII por medio de misiones jesuitas, y que desde la década de 1734 en la región de los Cabos se convirtió en una escala para el Galeón de Manila, por lo que se encontraba conectada a una de las principales rutas comerciales del Pacífico. Este brote, que vino a mermar la ya de por si diezmada población indígena de esos territorios, infectó también a este grupo de viajeros. Chappe, quien tenía algunos conocimientos de medicina, intentó atender a sus compañeros de viaje, aunque fue quien sufrió un contagio que se agravó por la sangría que le fue practicada. Debilitado y enfermo, permaneció en la región para observar un eclipse lunar y falleció el primero de agosto de 1769. También murió Dubois, el relojero.

La historia de la observación del tránsito de Venus en Baja California no termina con la muerte de Chappe. Los viajeros emprendieron el camino de regreso a Europa, aunque Salvador Medina falleció en el trayecto. Vicente Doz, el astrónomo español, dejó encargados los instrumentos de medición con Joaquín Velázquez de León, quien debería enviarlos a la academia francesa. Tiempo después, encontrándose en la ciudad de México, el científico novohispano intentó comprar estos objetos a la citada academia, pero los trámites y la comunicación se demoraron. Al final, los objetos se perdieron. Cuando en Francia se había autorizado la compraventa los instrumentos iban de camino al viejo mundo, pero el barco que los transportaba naufragó al salir de Veracruz. Sin embargo, fue gracias a estos instrumentos que Velázquez de León pudo dar con las coordenadas exactas de la Nueva España y sus principales ciudades, información que plasmó en la Descripción histórica y topo- gráfica del valle, las lagunas y ciudad de México de Velázquez de León.

En cuanto a los escritos de Chappe, el ingeniero Jean Pauly los entregó a la Academia de Ciencias de Francia. Tiempo después, tanto las notas de viaje con las observaciones astronómicas fueron publicadas por Jacques Dominique Cassini quien, como vimos, fue quien lo recibió décadas atrás en el observatorio de París. En cuanto a Jean Nöel Alexander, llegó a destacar en su carrera como pintor, y los dibujos que realizó sobre Baja California se encuentran en el museo de Louvre. Años después pintaría la escena de la muerte del astrónomo. De este modo, tanto el relato de viaje como los dibujos y pinturas pasaron a formar parte de un amplio corpus literario e iconográfico que, desde los centros políticos y económicos del mundo occidental, daba cuenta territorios lejanos y periféricos que, sin embargo, resultan de gran relevancia para comprender las conexiones, la ciencia, las vidas y las narrativas producidas en el marco de la globalización temprana.

Por último, cabe señalar que hubo dos astrónomos Joahnn Encke y Karl Rudolph Powalky, quienes con base en las mediciones de 1761 y 1769 estimaron que la unidad astronómica, es decir, la distancia entre la tierra y el sol, era de entre 152 y 148 millones de kilómetros. Aunque no distan tanto de los 149.5 que hoy se conocen gracias a los métodos modernos, el resultado no dejó satisfecha a la comunidad científica de la época. De este modo, durante la década de 1870 tendrían lugar, nuevamente, una serie de viajes a lo largo del mundo para observar el tránsito de Venus.

Imagen 3.  La mort de l’abbé Chappe (1728-1769) en Californie entouré d’iguane et d’instruments scientifiques en présence d’Amérindiens. Pintura de Alexander Jean Nöel, 1779[viii]

Pedro Espinoza Meléndez

Instituto de Investigaciones Históricas-UABC


Rerefencias

[i] Fuente: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Venustransit_2004-06-08_07-49.jpg

[ii] Fuente: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Halley_1716_proposal_of_determining_the_parallax_of_the_sun.jpg

[iii] Véase la crítica de José Cañizares Esguerra sobre La invención de la naturaleza, que es posiblemente el trabajo más conocido de Andrea Wulf, una biografía de Alexander Von Humboldt. https://jorgecanizaresesguerra.medium.com/sobre-humboldt-y-el-colonialismo-epistemol%C3%B3gico-la-invenci%C3%B3n-de-la-naturaleza-de-andrea-wulf-c23da2dfbb40  

[iv] Imagen tomada de: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Venus_Fort_Wellcome_L0069630.jpg

[v] Fuente: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Jean_Chapp%C3%A9_d%27Auteroche._Line_engraving_by_J._Corner,_1791._Wellcome_V0001067.jpg  

[vi] Esta obra puede consultarse en: https://www.astrosen.unam.mx/divulgacion/libros/18-ABAD-CHAPPE-10abr12.pdf

[vii] Además del estudio introductorio de Marco Antonio Moreno Corral, dos trabajos recientes sobre el tema en español son “El diario de viaje de Jean Baptiste Chappe D’Auteroche sobre la determinación del paralaje solar en 1769” de Bernardo Martínez, y “Medir el Sistema Solar. El viaje de Jean–Baptiste Chappe d ́ Auteroche a la Antigua California y la observación del tránsito de Venus en 1769” de Pedro Espinoza. Pueden consultarse, respectivamente, en: https://www.academia.edu/44543114/EL_DIARIO_DE_VIAJE_DE_JEAN_BAPTISTE_CHAPPE_D_AUTEROCHE_SOBRE_LA_DETERMINACI%C3%93N_DEL_PARALAJE_SOLAR_EN_1769; http://meyibo.tij.uabc.mx/index.php/rmeyibo/article/view/143/127

[viii] Fuente: https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Mort_de_l%27abb%C3%A9_Chappe.jpg

El Cártel Arellano Félix: Un cáncer que no se trató a tiempo

¿Cómo llegaron los hermanos a Tijuana?

Tijuana por su ubicación geográfica ha sido desde su fundación hasta tiempos actuales uno de los principales puntos de contrabando de productos de diverso tipo: narcóticos en tiempos más recientes. El fenómeno de lo que hoy conocemos como narcotráfico no fue considerado de importancia durante gran parte de la historia de México, sino hasta la injerencia de Estados Unidos para controlar la entrada de sustancias a su territorio. No obstante, hay antecedentes de la lucha contra el tráfico de drogas desde años anteriores a 1980, como la captura de Alberto Sicilia Falcón, un renombrado traficante que operaba en la ciudad de Tijuana, aprehendido en 1975 en la garita San Ysidro-Tijuana con un camión cisterna lleno de cocaína. En una entrevista de Jesús Blancornelas en el reclusorio oriente del Distrito Federal en 1978, Falcón le confiesa que fue traicionado por el entonces secretario de gobernación, Mario Moya Palencia. Verdadera o no esta afirmación, ya existían rumores de la cooperación de miembros del Estado en el negocio de las drogas y estos sólo aumentarían con el pasar de los años, sobre todo con la presencia de los hermanos Arellano Félix y sus vínculos con el gobernador Ernesto Ruffo Appel durante la década de 1990.

Para explicar la presencia del Cártel de los Arellano Félix (CAF) en Tijuana, liderados por los hermanos Benjamín, Ramón, Francisco, y Eduardo, es necesario remontarse a los tiempos del Cártel de Guadalajara, encabezado por Ernesto Fonseca Carrillo, Rafael Caro Quintero y Miguel Ángel Félix Gallardo. Con la consolidación dicha organización, los hermanos Arellano Félix llegaron a Tijuana, en 1982 o 1984, donde los esperaría Jesús Labra, padrino de estos y consejero de la agrupación. Los hermanos Arellano Félix se mantuvieron adscritos al Cártel de Guadalajara y operaron como encargados de la plaza hasta la detención de Félix Gallardo en 1989.

Consolidación

Claro, el hecho de que estos personajes no estuvieran expuestos en el ojo público no quiere decir que pasaran desapercibidos ante las autoridades locales o estatales; esto tiene sentido si se observan algunos acontecimientos relacionados al comportamiento de un hermano en particular, Ramón Arellano Félix. En 1987 durante el Mex-Fest en Tijuana, Ramón intentó ver el espectáculo en vivo gratis desde la casa de un amigo suyo, los organizadores no estuvieron contentos al saber que había personas observando gratis el evento, por lo que colocaron mantas para tapar la vista; en respuesta a ello, Ramón mandó a quitarla, la sucesión de eventos llevó a que un policía intentara amonestarlo, este sin pensarlo le disparó, hiriéndolo. Cuando llegaron los refuerzos policiales y vieron con quién estaban tratando no tuvieron más remedio que pedirle permiso para llevarse a su compañero herido, Ramón no enfrentó ningún cargo por este acontecimiento. Este mismo año, las oficinas del semanario Zeta fueron acribilladas por una ametralladora tipo uzi, la deducción de un policía experto, consultado por Jesús Blancornelas, fue que el ataque se realizó para dar un susto, ya que posiblemente los agresores sabían que a la hora de los disparos había poca gente en la oficina. El guardia afirmó haber visto que los atacantes llegaron en una pickup Toyota color café amarillento que se presume perteneció a la organización de los hermanos.

El papel de Leyva Mortera

Los eventos antes mencionados ocurrieron durante la gestión del gobernador Xicoténcatl Leyva Mortera, los cuales no pudieron haber pasado desapercibidos. A pesar de los ataques a periódicos y agentes policiales, no hubo repercusión o investigación alguna. Leyva Mortera jamás se involucró en estos asuntos, aunque la Constitución explique que los gobernadores deben apoyar en el combate a narcotraficantes. ¿Qué razones hubo para la omisión del combate a los Arellano Félix?

Las respuestas a esta pregunta son especulativas de acuerdo con las fuentes consultadas, pero se pueden inferir dos principales. La primera razón reside en las prioridades del gobierno de Leyva Mortera, pues al llegar a la gubernatura en 1983, recibió a la entidad de Baja California en malas condiciones económicas producto de la crisis que atravesaba el país, lo que le obligó a interrumpir proyectos de remodelación urbana iniciados en gestiones anteriores. Por ello, el mejorar las condiciones de la entidad debió ser el principal reto para Xicoténcatl Leyva, poco o nada le importó lo que los narcotraficantes hicieran siempre y cuando no llamaran mucho la atención. La segunda razón por la que los Arellano no fueron perseguidos durante la gubernatura priista, implicaría la posible existencia de pactos entre Leyva Mortera y la organización; es importante recalcar que las acusaciones hacia Xico se dieron a posteriori de su mandato y no se explica mucho si existe o no una relación directa entre el gobierno y la mafia, sólo se alude al hecho del crecimiento de esta durante su periodo de gobierno y de la gran corrupción de su gestión, lo que llevó a que fuese retirado del cargo en 1988.

La llegada de Ruffo Appel

Cuando el Partido Acción Nacional (PAN) llegó a la gubernatura de Baja California parecía que cambiarían las cosas, quizás lo hicieron respecto a la forma de llevar la economía estatal, pero en cuanto al combate al narcotráfico no hubo mejoras, de hecho, fue en su periodo sexenal en el que el Cártel de los Arellano Félix llegó a su auge de poder e influencia, que no dudó en poner en práctica.

Durante la gestión panista lo primero que resalta es el nacimiento del cártel de los Arellano Félix como organización independiente, consecuencia de la desintegración del Cártel de Guadalajara. Cuando Miguel Ángel Félix Gallardo fue apresado en el año de 1989, desde prisión convocó a una junta entre distintos jefes. La captura de Félix Gallardo no se debió a que se considerase un individuo peligroso, es considerado por Jesús Blancornelas un narcotraficante con método de empresario, alguien que prefiere negociar antes que la lucha, pero había necesidades políticas para su captura. La junta organizada por Félix Gallardo tuvo como objetivo la repartición de los territorios en control del Cártel de Guadalajara, en lo que pasaron a denominarse “plazas”. La ciudad de Tijuana quedó a cargo de Jesús Labra Avilés “El Chuy”, quién a su vez puso a Benjamín Arellano Félix y a sus hermanos como jefes públicos. En la práctica, Jesús Labra fue más un asesor que un líder. De manera paralela estaba Rigoberto Campos, agente de la Dirección Federal de Seguridad, a quién en la junta convocada por Félix Gallardo se le dio la libertad de actuar en todas las plazas siempre y cuando no causara problemas; sin embargo, Campos no tomaba en cuenta a los jefes de plaza, se saltaba la regla establecida de pagar cuotas, ganándose la enemistad de los hermanos Arellano Félix, Joaquín Guzmán y Héctor Palma, quienes optaron por emboscarlo en dos ocasiones.

La primera fue en Mexicali, donde fue secuestrado y mutilaron sus manos con una trilladora, Campos sobrevivió al atentado gracias al apoyo de judiciales que lo cuidaron en el Hospital, aunque en ese momento no supo de los autores intelectuales. La segunda emboscada se dio en Tijuana en 1991 cuando un grupo de pistoleros encabezados por Ramón Arellano descargaron sus proyectiles sobre el Mercury Grand Marquis en el que iba, recibiendo 600 impactos que dejaron inútil el chaleco antibalas que portaba. El asesinato de Campos produjo un problema de fiabilidad en la figura del gobernador en turno Ernesto Ruffo Appel.

Ernesto Ruffo Appel tomó posesión del cargo en 1989, mismo año en que el Cártel de los Arellano ganó su autonomía. Dos años después del asesinato de Rigoberto Campos, la revista Proceso y el semanario Zeta publicaron notas similares en torno a un pacto entre Ruffo y el cártel de los Arellano.  En estas se señala que el cártel le ofreció 300,000 dólares al gobernador para alinearse y cooperar con ellos. Ruffo no aceptó el dinero, en cambio hizo una propuesta implícita en la que él no los perseguiría siempre y cuando ellos no trajeran la guerra al estado. Durante los primeros años, el cártel pudo operar libremente hasta que el pacto se rompió con el asesinato de Rigoberto Campos, agente de la Dirección Federal de Seguridad; ante el asesinato de un agente federal, el gobierno estatal se vio obligado a iniciar investigaciones acerca del cártel de los Arellano Félix y a dar parte a la policía judicial, colocándolos en el ojo de las instituciones federales.

En una carta dirigida a la revista Proceso, Ernesto Ruffo Appel respondió a sus publicaciones, así como a las del semanario Zeta, en donde se acusaba al gobierno de Ruffo de haber pactado con el CAF, en primer lugar, renegaba de la torsión de palabras que hacía el periodista Gerardo Albarrán, de Proceso, respecto a las realizadas por Jesús Blancornelas. En las de Blancornelas se habla de una propuesta indirecta, mientras que en la versión de Albarrán se habla de un pacto, aludiendo a una diferenciación entre la cooperación activa y la búsqueda de la paz en la entidad. Así mismo acusa al periodista autor de la publicación de ser un distorsionador adrede, o alguien de poca capacidad de interpretación.

En 1994, Jesús Blancornelas recibió una carta del embajador de México en Francia, Ignacio Morales Lechuga, cuyo contenido habla acerca de la gestión de Ernesto Ruffo Appel, que no sólo fue ineficiente en el tema de la seguridad pública en Baja California, sino que activamente protegía a la mafia local de los Arellano Félix. Se basa en primer lugar en declaraciones dadas por el mismo gobernador en la revista Proceso, en las que minimiza el problema del narcotráfico y se lo achaca a la responsabilidad federal, cosa que resulta falsa según el artículo 120 de la Constitución acerca de la obligación de los gobernadores de los estados para hacer cumplir las leyes federales. Así mismo, afirma el embajador Morales que el auge de los Arellano se dio gracias a las facilidades que el gobierno de Ruffo les brindó, como identificaciones de policías judiciales falsas, para sus escoltas. La situación de Ruffo es cuando menos complicada, pues si bien no recibió un beneficio monetario por parte de la mafia, dejó que esta creciera a sus anchas a cambio de una paz efímera. Una vez que quiso hacer algo al respecto se ganó la enemistad de los hermanos, cómo consecuencia su casa en Mexicali fue ametrallada mientras este se encontraba de viaje.

¿Demasiado tarde para una solución?

Jesús Blancornelas, en su libro El cártel. Los Arellano Félix: la mafia más poderosa en la historia de América Latina, menciona una frase que a priori puede parecernos exagerada, pero observando la sucesión de eventos podemos darnos cuenta de que el Cártel de los Arellano Félix fue una fuerza inamovible durante dos décadas, en las que tres gubernaturas, la presión de Estados Unidos y otras mafias no pudieron tocarlos. Y en retrospectiva, su influencia en las instituciones y poder en el bajo mundo no hubiese sido lo que fue de no ser por el hecho de que se le dejó crecer. No podía evitarse que Tijuana se convirtiera en una de las plazas más codiciadas por los cárteles mexicanos y por ello el flujo de distintas drogas a través de ella, lo que sí pudo haberse realizado es que se les combatiera desde que Xicoténcatl Leyva entró al cargo, pues en aquél momento, 1983, los Arellano no tenían la fuerza suficiente para enfrentar al gobierno; o en el cambio de gobierno con Ernesto Ruffo Appel, quien pudo haber aprovechado la reestructuración de los cárteles en plazas locales, en lugar de darles tiempo de reorganizarse, aunque claro, para la agenda de Ruffo, convenía más en su momento el mantener un ambiente pacífico en Baja California, al fin y al cabo la violencia es mala para los negocios.

Carlos Cota

Estudiante de licenciatura en historia

Referencias

Albarrán, Gerardo. “Los misterios del cártel de Tijuana”. Proceso, 1993: 2-10.

Blancornelas, Jesús. El cártel. Los Arellano Félix: la mafia más poderosa en la historia de América Latina. D.F.: Plaza Janés, 2002.

Navarro, Adela. ZetaTijuana. 02 de marzo de 2020. https://zetatijuana.com/2020/03/xico-de-la-corrupcion-al-poder/ (último acceso: 2022 de mayo de 29).

Negrete, Jorge. “Historia política y alternancia política en Baja California, 1952-1989”. En Tonatiuh Guillén (coordinador), Baja California: Escenarios para el nuevo milenio, D.F.: Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias Sociales y Humanidades Universidad Nacional Autónoma de México, 2002: 57-95.

Valdés, Guillermo, Historia del narcotráfico en México, México, Lectulandia, 2014.

El incendio de Garsa (Mexicali, 18 de enero de 1966)

A 23 años de sufrir intensas quemaduras que por poco ponían fin a su vida, el segundo encuentro directo de Alfredo Gruel Bustamante (1923-2007) con el fuego supondría un descalabro económico que, por suerte, no acabó con su carrera empresarial. A 8,286 días del incendio que le ameritó una medalla por salvar al centro de Tijuana de las llamas, supongo que mi abuelo se estremeció al oír las noticias del incendio del almacén de combustibles de su negocio: las altas temperaturas del material inflamable imprimieron una huella imborrable sobre su memoria corporal [1]. En el mediodía de aquel 18 de enero de 1966, el estruendo logró escucharse hasta su casa, en Pastor Ramos y calle K, en la colonia Nueva de Mexicali. La llamada telefónica de alguno de sus empleados no hizo más que confirmar su corazonada al ver aquella estela de humo que se originaba a poco menos de dos kilómetros de distancia. Debido a la explosión, la zona residencial llegó a cimbrarse.

Fuente: Calexico Chronicle, “Fire in Mexicali”, 20 de enero de 1966, p. 1.

Al margen derecho de la vía del Ferrocarril Sonora-Baja California al cual se empalmó entre 1963 y 1964 la principal vialidad automotriz con el nombre de un presidente (me refiero a los seis carriles del bulevar Adolfo López Mateos), mi abuelo junto a su concuño Rodolfo Nelson emprendieron Gasolinas, Aceites y Refacciones, S.A. (por sus siglas, garsa) cuyo objetivo era abastecer varias estaciones despachadoras de gasolina y vender combustibles e instalar tanques y contenidos para estos [2]. La ubicación estratégica de garsa sobre el bulevar López Mateos en su cruce con una de las calles paralelas a la principal despepitadora del Valle de Mexicali, la Compañía Industrial Jabonera del Pacífico, tenía por razón recibir sus productos por medio del ferrocarril y almacenarlo rápidamente. Mi abuelo no era el único que entrevió ese nicho de mercado, pues desde poco menos de diez años se instalaron en el área los primeros almacenes de Petróleos Mexicanos hasta la “curva” donde Arsenio Romero llenaba los tanques de quiénes viajaban a San Luis Río Colorado, Sonora [3].

La gasolina que entonces se consumía era más corrosiva que en la actualidad: “había que cuidarse de que no cayera en la piel de las personas, pues si caía era sumamente irritante y además manchaba la piel color blanco-cenizo”, por lo mismo y a diferencia de los actuales sistemas digitales de bombeo, entonces todas las bombas y depositos para manejarla requerían instrumentos y mecanismos para verter y contabilizar la gasolina [4]. El Heraldo de Baja California informó precisamente que uno de los fallos en uno de esos mecanismos provocó la explosión de garsa y varios automóviles y casas que puso en riego “a un extenso sector industrial de Mexicali”:

Un corto circuito en una bomba eléctrica portátil cuando descargaban un camión tanque con 25,000 litros de gasolina, originó la conflagración en los patios de garsa, propiedad de Alfredo Gruel Bustamante y Rodolfo Nelson, así como de la empresa Petrolera Territorial, sa, dijo el jefe de bomberos Alfonso Esquer Sández […] El fuego y las explosiones se extendieron a ocho tanques de 24 a 38 mil gralones de gasolina cada uno y a punto estuvieron de hacer estallar 70 mil galones de gasolina para avión en los almacenes de garsa [5].

La historia de este acontecimiento se ve inmersa en otra más compleja y relativa al modo en qué Pemex se hizo lentamente del mercado de hidrocarburos en Baja California. Desde principios del siglo XX hasta comienzos de la década de 1960 en que la paraestatal mexicana comenzó a construir sus puntos de almacenamiento sobre lo que después sería el bulevar López Mateos, la mayoría de gasolinas que los automovilistas consumieron provenían de Estados Unidos. Marcas como Union 76, Mobil Oil, Arco, Shell, Texaco, Richfield, Hancook o Golden Eagle abasteceían el mercado a través de intermediarios y empresarios como José María Rodríguez Luján, Miguel Arcángel Galván Cota o, más tardíamente, mi abuelo. Por más que todos ellos se agruparan en la Asociación de Distribuidores de Petróleo y Derivados, sa [6], o la Cámara Nacional de Comercio [7], la paulatina suspensión y las restricciones impuestas por el gobierno federal para la importación de cumbustibles y lubricantes con tal de asegurar el monopolio de Pemex, provocó un cambio en el modelo de negocios.

Contaba el cronista Alejandro Lomelí Cota que parte del éxito de las gasolineras de garsa fue el modelo de atención al consumidor. Al parecer la popularidad del servicio que ofrecía mi abuelo a su clientela radicaba en que “antes de llenar al tanque, eran obsequiadas con una botella de Coca-Cola bien fría si circunstancialmente era verano, pero si el invierno era el que congelaba con sus vientos helados, entonces el obsequio era un vaso de cartón, conteniendo café caliente”, además de ofrecer dulces y periódicos para mitigar el tiempo de espera [8]. Debe mencionarse que no en todas de las 21 estaciones de gasolina se ofrecieron tales bebidas gratuitas, solamente en “Servicio Palacio”, en la calle “D” y Álvaro Obregón, a unas cuadras del Palacio de Gobierno (ahora rectoría de la uabc).

El Heraldo de Baja California estimó el costo de los daños en medio millón de pesos, pero a esa misma cifra, según informó el rotativo, habría que añadírsele unos tres millones “por documentos cobrables”. Otro de los afectados del incendio fue el empresario de origen coahuilense Antonio Cossío quién, además de buen amigo de mi abuelo, tenía un centro de mantenimiento automotriz y perdió su inversión millonaria. Por suerte para los implicados en el siniestro, las pérdidas materiales fueron cubiertas por la aseguranza de garsa. Supongo que desde el momento en que Pemex comenzó a intervenir sobre el mercado mi abuelo optó por ir cambiando lentamente de giro. En la nota biográfica publicada por esos mismos años, se dijo: “En su empresa garsa, además de la distribución de combustible y lubricantes se ha aumentado el radio de acción, estableciendo una factoría que produce filtros saturados de asfalto y papel impermeable para techos” [9]. Lo curioso es que eventualmente Pemex fue adquiriendo algunos de sus seis almacenes, en ubicaciones distintas al sitio incinerado, de la empresa cuyo principal accionista era Rodolfo Nelson y conforme fueron habilitando la fábrica de impermeabilizantes [10].

Fuente: Proyección y dinámica en Baja California, núm. 3, enero de 1966, p. 23.

Como parte del fomento industrial que entonces procuraba el gobierno estatal al mando del ingeniero Raúl Sánchez Díaz, la ciudad comenzó a reordenar sus actividades productivas luego de concluirse la construcción del bulevar López Mateos. Siguiendo el ejemplo de Gustavo Vildósola Castro (1929-2007) que trasladó su fábrica de tractocamiones Kenworth de la colonia Cuauhtèmoc Norte al corredor industrial de Palaco [11], garsa procuró instalarse en esa zona después del incendio de enero de 1966. En una fotografía que publicó el órgano editorial del gobierno de Sánchez Díaz, aparece mi abuelo junto a una serie de individuos atentos a su charla. Como parte del recorrido con motivo de la visita del mayor promotor industrial del periodo, Ignacio García Batista, los fotografiados aparecen frente a un armatoste lleno de inyectores y altas temperaturas. El dato no es menor pues debido a una avería mecánica de esa maquinaria mi abuelo tuvo precisamente su tercer y último encuentro con el fuego: al fallar uno de los inyectores de brea hirviente éste le explotó directamente mientras daba uno de sus característicos rondines a sus empleados y productos. Sus reflejos funcionaban tanto como en 1943 cuando salvó a Tijuana de un incendio más grande, pues se cubrió la cara y su antebrazo recibió el impacto del peligroso material.

Por último, no voy a concluir esta entrada de Linderos sin dejar de mencionar qué ocurrió al lugar dónde se incendiaron los 25,000 litros de gasolina, pues además de revelar otro momento de la historia empresarial en Baja California, el uso inmediato que recibió el espacio involucró a multitudes. El 17 de agosto de 1968 aparecieron por el periódico La Voz de La Frontera sendas felicitaciones a la familia Fimbres, de Tijuana, pues ese día inauguraron la primera sucursal en Mexicali de su cadena de supermercados Calimax. Parte de la publicidad mediante la cual fueron anunciando su arribó a la ciudad consistió en ofrecerse como “una tienda de descuentos”, y, sobre todo, con “precios comparables o más baratos que en Calexico”. Y aunque las fotografías del evento mostraron a cientos de personas abarrotando las cajas y pasillos del supermercado, en un momento en que la población de la cabecera municipal de Mexicali ascendía a poco más 100,000 habitantes, el evento refleja algo de la permanencia económica de las familias empresariales que durante la segunda mitad del siglo pasado tejieron redes y establecieron una serie de giros comerciales que persisten -como pocos- a la catarata de capitales foráneos que superan al empresario arraigado. Me refiero, en concreto, al hecho de que el sitio exacto desde donde surgió aquella estela de humo y ruidos aquel 18 de enero de 1966 sigue asociado al grupo Calimax: ahí se ubica una tienda Smart & Final.

Fuente: La Voz de la Frontera, 17 de agosto de 1968, p. 6-B.

Víctor Manuel Gruel Sández

Instituto de Investigaciones Históricas-UABC

Referencias
[1] 8,286 días equivalen a poco menos de 23 años, tiempo suficiente para engendrar cuatro hijos, establecerse de Tijuana en Mexicali y emprender negocios. Sobre el primer encuentro de mi abuelo y el fuego, véase en Linderos, “Tijuana, mi abuelo y el incendio del 13 de mayo de 1943”, publicado el 21 de agosto de 2020.

[2] Jimmy Griffin, Relatos de un gringo viejo. Mexicali: Editorial Artificios, 2018, p. 317.

[3] Sobre el contexto del mercado de combustibles: Antonio Gastelum, Mi viejo Mexicali. Remembranzas. Mexicali: Autor, 1991, pp. 35-37, y, sobre la “curva de Arsenio”, Roberto Padilla, “Radiografía de la historia”, en 30 años de gobierno municipal, 1953-1983. Mexicali: X Ayuntamiento, 1983, p. 66.

[4] Javier Galván Pérez, “Miguel Arcángel Galván Cota”, El Río, núm. 27, año VIII, enero-marzo de 2015, p. 37.

[5] El Heraldo de Baja California, “Tremendo incendio en Mexicali”, 19 de enero de 1966, p. 1.

[6] Galván Pérez, “Miguel Arcángel Galván Cota”, p. 45.

[7] Alfredo Gruel Bustamante fue consejero de la Cámara Nacional de Comercio de Mexicali, en el ramo combustibles, para el periodo de 1959-1960. Maricela González, Empresarios y política. Mario Hernández Maytorena y su red de negocios en Baja California, 1940-1965. Mexicali: Universidad Autónoma de Baja California, 2018, p. 253.

[8] Alejandro Lomelí Cota, Ecos apagados del viejo Mexicali. México: Editorial Río Colorado, 1990, p. 273.

[9] Baja California y sus hombres. Mexicali: De Anza Editorial, 1966, p. 110.

[10] Sobre los tratos entre Pemex y garsa, véase Galván Pérez, “Miguel Arcángel Galván Cota”, p. 40. La nota biográfica de Nelson: Baja California y sus hombres. Mexicali: De Anza Editorial, 1966, p. 184.

[11] Más datos sobre el significado urbano del traslado de Kenworth a Palaco en: Víctor Manuel Gruel Sández, Abecedario de Mexicali. Historia no-lineal de su urbanización en el siglo XX, de pronta aparición por el sello de la UABC.

¿Una nueva etapa del proteccionismo? Las ONG y el ambientalismo en los embargos atuneros México-Estados Unidos[1]

A primera vista, los embargos atuneros de Estados Unidos a México parecen ser conflictos regionales que se reducen a las costas del Pacífico Tropical Oriental; sin embargo, revelan un complicado entramado de intereses comerciales transnacionales, y los innovadores métodos que se utilizan para protegerlos. El objetivo de este ensayo es mostrar como las empresas atuneras estadounidenses utilizaron preocupaciones ambientales reales para mantener su posición privilegiada en el mercado. También se analiza cómo las Organizaciones No Gubernamentales (en adelante ONG) sirvieron de portavoces y legitimadores morales de los grupos de interés involucrados.

Embarcaciones estadounidenses han pescado diversas especies de atún desde inicios del siglo XX, principalmente para satisfacer su mercado interno. Los túnidos son una importante fuente de proteína barata, y excepcionalmente duradera si es enlatada, por lo que, las convulsiones causadas por la Primera Guerra Mundial aumentaron exponencialmente su demanda. En respuesta a esta coyuntura, los pescadores de California empezaron a navegar cada vez más al sur, debido a que el atún aleta amarilla no habita en grandes cantidades en costas estadounidenses. Uno de los lugares predilectos para la pesca eran las costas de Baja California, por su cercanía a los puertos de los que partían los barcos, la falta de autoridades marítimas y los numerosos cardúmenes que son naturales a la región.

La industria pesquera mexicana surgió a partir de la década de 1920, cuando Abelardo Rodríguez estableció varias empresas relacionadas con los recursos marítimos; en especial la Nacional de Productos Marinos y la Pesquera Peninsular. Sus actividades se reducían al empacamiento y congelación de pescados varios, entre los cuales no se encontraba el atún. A pesar de esto, las empresas del expresidente sirvieron para, en cierta medida, aumentar el tamaño y sofisticación de la flota pesquera mexicana. Baja California y Sinaloa pronto se convirtieron en los primeros centros de las industrias relacionadas al mar, solapando las costas que los estadounidenses utilizaban para faenar atunes.

El gobierno de Estados Unidos estableció la Comisión Interamericana del Atún Tropical (en adelante CIAT) en 1949, mediante un acuerdo firmado con Costa Rica; que posteriormente se extendió a otros países del Pacífico Tropical Oriental, incluyendo a México. La CIAT estableció cuotas y reglas internacionales sobre la pesca de atún, para sus miembros, que beneficiaban desproporcionadamente al país sede, a pesar de que más de la mitad del atún era pescado en aguas que no le pertenecían. En contraste con su representación como una organización científica internacional, el rol de la CIAT fue, y sigue siendo, la protección de los intereses comerciales de empresas estadounidenses usando cuestiones científicas y de preservación a forma de fachada.

El CIAT actúo como un grillete sobre la industria atunera mexicana cada vez más grande y productiva, por lo que, en 1976 el gobierno denunció y abandonó la Comisión. Ese mismo año añadió a la Constitución una Zona Económica Exclusiva (en adelante ZEE) de 200 millas náuticas a lo largo de sus litorales, en concordancia con lo establecido en las conferencias sobre el Derecho al Mar de la Organización de las Naciones Unidas de 1973. La ZEE de México contiene las costas altamente lucrativas de Baja California debido a su alta población de atún aleta amarilla. Un par de meses después el congreso de Estados Unidos promulgó la Ley Pública 94-265 que estipula la creación de una zona marítima similar, con la diferencia que no reconoce límites para las especies altamente migratorias, que incluye a los túnidos. Más importante, la detención de embarcaciones estadounidenses debido a conflictos de jurisdicción resultantes de las ZEE no es reconocida por el gobierno, y debe ser resuelta mediante embargos a los productos pesqueros del país involucrado.

El incidente que inició la guerra atunera Estados Unidos-México sucedió en 1980, cuando elementos de la armada mexicana detuvieron a seis embarcaciones estadounidenses que pescaban en aguas nacionales de manera ilícita. Un par de días después el congreso de Estados Unidos declaró formalmente un embargo de túnidos capturados por la flota mexicana. A pesar de su duración de seis años, el primer embargo atunero no fue efectivo, debido a que diversificó los mercados destino, y el producto terminaba llegando a Estados Unidos mediante países mediadores, principalmente Puerto Rico. También aumentó el consumo interno de atún enlatado, debido a una intensa campaña publicitaria realizada por la empresa paraestatal Productos Pesqueros Mexicanos S.A.

El segundo embargo atunero se declaró en 1990, solo cuatro días después del término del primero. En este proceso fueron fundamentales el video y posteriores testificaciones, frente al congreso de Estados Unidos, del biólogo Sam LaBudde, ambos en 1988. Las imágenes gráficas de delfines atrapados en cercos de pesca para atún marcaron un parteaguas en la percepción pública de la actividad, y le otorgaron un inmenso apoyo de base a los proyectos del Earth Island Institute (en adelante EII). Esta ONG tenía lazos con LaBudde, y fue líder en los esfuerzos para reducir la mortalidad de delfines durante la pesca de atún, concretados en la etiqueta Dolphin-safe. Para 1990, el poder social e institucional del EII le permitía desmantelar la imagen pública de cualquier empresa de atún enlatado que vendiera en Estados Unidos, como lo demuestra el caso de Bumble Bee, y la adherencia de las otras dos grandes empacadoras de atún a los lineamientos para obtener la etiqueta Dolphin-safe.

Este nuevo embargo afectó de forma más profunda a la industria atunera mexicana, ya que incluyó a países que compraban producto mexicano como Francia, España y Japón. En respuesta, el gobierno mexicano solicitó la creación de un Grupo Especial ante el Departamento de Controversias Comerciales del GATT (General Agreements on Tariffs and Trade), el cual redactó un informe a favor de México y otros países afectados indirectamente por el embargo, pero se decidió solucionar el conflicto mediante negociaciones bilaterales para no afectar la firma del Tratado de Libre Comercio. A pesar del levantamiento del segundo embargo atunero en 2004, los productos mexicanos seguían siendo discriminados ya que no podían obtener la clasificación Dolphin-safe ­por usar pesca de cerco, a pesar de haber reducido la mortalidad de delfines a niveles aceptables según los estándares estadounidenses, y que otros métodos clasificados como Dolphin-safe ­causaban más mortalidades.

Las consecuencias regionales de este conflicto fueron masivas. Ensenada era el principal puerto para la pesca de atún en México, hasta que los embargos atuneros forzaron a los productores a virar sus ventas hacia el mercado interno, por lo que, movieron sus operaciones a Sinaloa, Colima y Chiapas, ya que la principal ventaja de los puertos de Ensenada les había sido arrebatada. En respuesta a los cambios en el mercado internacional, los pescadores de atún ensenadenses empezaron a dedicar sus actividades al engordamiento de atunes frescos para venderlos al mercado de sashimi japonés. A pesar de que el conflicto aumentó la sofisticación, sustentabilidad e introdujo nuevas tecnologías a la pesca de atún mexicana, el impacto económico ha sido devastador en todos los niveles.

Teniendo en mente todo lo previamente mencionado, ¿por qué las empresas atuneras cooperaron de forma tan cercana con el EII? ¿Por qué el gobierno de Estados Unidos legisló tan velozmente en favor a una causa ambiental? El consenso es que el etiquetado Dolphin-safe y el acta que lo ratificó en la ley (Dolphin Protection Consumer Information Act, en adelante DPCIA) fueron medidas para proteger intereses comerciales. Las empresas atuneras estadounidenses se encontraban en crisis desde 1980, principalmente debido a las ZEE y el debilitamiento de la CIAT. El capital necesitaba encontrar una nueva forma de proteger sus intereses y las ONG ambientalistas como el EII tenían la credibilidad para lograrlo.

Después del video de LaBudde, el público estadounidense clamaba por la protección de los delfines, y el EII ofrecía la solución con las etiquetas Dolphin-safe. Las empresas atuneras estadounidenses utilizaron al EIIpara presionar al gobierno estadounidense a declarar otro embargo y legalizar el Dolphin-safe mediante el DPCIA. Los principales promotores de la legislación fueron el actual presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el entonces CEO del corporativo H. J. Heinz, Anthony O’Reilly.  La conexión entre el DPCIA y el capital atunero radica en StarKist, líder mundial en la industria atunera, y subsidiaria de H. J. Heinz. Esta misma empresa, en conjunto con Bumble Bee, movió su pesca fuera del Pacífico Tropical Oriental, es decir, fuera de la jurisdicción del DPCIA. Con nuevo alcance en aguas no reguladas, apoyo de las ONG y el público que representan, y el control sobre el acceso de sus competidores al mercado más grande del mundo, la tríada StarKist, Bumble Bee y Chicken of the Sea mantuvieron control sobre el atún enlatado.

Los embargos atuneros México-Estados Unidos son un gran ejemplo de cómo problemas ambientales pueden ser utilizados para fines proteccionistas. Es reconocido que uno de los principales problemas de las ONG es la falta de transparencia, rendición de cuentas y desconocimiento de los intereses que realmente representan. A pesar de esto, el EII sigue siendo una institución multimillonaria y ampliamente respetada, a pesar de que el escepticismo sobre sus acciones en cuestión de delfines se está extendiendo, principalmente gracias al reciente documental Seaspiracy. Que el presente ensayo sirva como una advertencia de siempre ser crítico de las acciones impulsadas por grandes corporaciones o el Estado, especialmente si están legitimadas con causas aparentemente morales como la protección del medioambiente.

Omar Bermúdez Ornelas

Estudiante de la licenciatura en Historia

FHyCS-UABC

Notas

[1] Ensayo final de la materia Historia Regional del siglo XX.

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